En el desierto con Dios
En estos días de bullicio y apresuramiento, nos
encontramos cara a cara con un peligro terrible, y este es: falta de tiempo
estar a solas con Dios. El mundo en estos últimas días está corriendo rápido,
vivimos en lo que se llama "la era del progreso", y "tú sabes, necesitamos andar
al día": así dice el mundo. Pero este espíritu del mundo no se confinó asimismo
al mundo. Lamentablemente se encuentra entre los santos de Dios. ¿Y cuál es el
resultado? El resultado es: no hay tiempo para estar a solas con Dios, y esto es
seguido inmediatamente por una falta de deseo de hacerlo. ¿Y después de esto?
Seguramente la pregunta no necesita una respuesta. ¿Puede existir una condición
más deplorable que la de un hijo de Dios que no tiene deseo de estar a solas con
su Padre?
Esta "vida de soledad", como nosotros podemos
llamarla, es de una importancia que no puede se sobrevalorada. Y, como con una
trompeta, queremos pregonarlo a los oídos de nuestros hermanos. Permítannos
volvernos a las páginas del propio Libro de Dios, pues no podemos ir a otro
lugar si buscamos luz sobre este o cualquier otro asunto. Al escudriñar en sus
preciosas páginas, encontramos que los hombres de Dios (los fuertes hombres de
Dios) fueron aquellos quienes han estado en la "escuela de Dios", como este ha
sido bien llamada; y su escuela era simplemente esto: "en el desierto a solas
con Él mismo". Era allí donde ellos obtenían su enseñanza, donde ellos eran
equipados para la batalla. Y cuando vino el tiempo para que se levantaran en
servicio público a favor de Dios, sus rostros no fueron avergonzados: de ningún
modo, ellos tenían rostros como de leones, ellos fueron valientes e intrépidos,
sí, y victoriosos para Dios, porque la batalla ya había sido ganado en el
desierto con Él.
Hoy día, ¿cuántos hijos de Dios queridos por Él son
llevados por el "espíritu del mundo"? ¿Y cuántos cristianos autosuficientes son
empujados al servicio de Dios, o se empujan a sí mismos, sin este aprendizaje
(esta disciplina del desierto)? Ellos han tomado por un terrible "atajo" hasta
el frente de batalla, porque aquel "atajo" cortó por completo "la escuela de
Dios". Cuán diferente de lo que encuentran nuestros ojos en las páginas del
Libro de nuestro Padre. Encontramos a Abraham en dulce comunión con su Dios,
mientras su sobrino mundano está corriendo con el espíritu de la época en la
impía Sodoma. Si buscamos a José, lo encontramos al menos dos años completos en
la escuela de Dios (aunque esta era la cárcel de Egipto) antes de que él se
levantara para enseñar a sus ancianos sabiduría (Salmos 105:22), y "mantener en
vida a mucho pueblo" (Gén. 50:20). Si a Moisés, lo encontramos en la escuela de
Dios detrás del desierto (Éx. 3:1); y entonces, pero no antes, él apareció
públicamente como libertador del pueblo de Dios. Si a David, la soledad para él
es la escuela de Dios. Allí él mató el león y el oso (1 Sam. 17:34-36), cuando
ningún ojo humano estaba cerca. Él obtuvo la victoria solo con Dios. Recién
salido de la escuela de Dios, él se colocó ante los millares de Israel; y
mientras todo Israel seguía a Saúl, el hombre del pueblo, "temblando", había uno
allí que no temblaba; y ese era aquel que había estado en la escuela de Dios en
la soledad, a solas con Él mismo. ¡Sin duda poca maravilla entonces que el Señor
produjera una gran victoria en Israel aquel día! Pero, ¿por qué multiplicar
ejemplos del Libro de Dios? Podríamos contar cómo Elías se ocultó en el arroyo,
quien estaba más tiempo a solas con su Dios que andando en los lugares de
testimonio público; y quien halló en la soledad de Cherith (1 Reyes 17:9) una
disciplina necesaria antes de que entregara el mensaje de Dios. Podríamos hablar
de Pablo, cuyo viaje a Arabia parece haber sido no para otro propósito que el
estar en la escuela de Dios en el desierto (Gál.1:17). Pero de estos ejemplos
que ya hemos puntualizado, nada puede ser más claro que esto: que si tú o yo
vamos a ser de alguna manera usados por Dios aquí abajo (si le glorificáramos
sobre la tierra) necesitamos tener tiempo para estar a solas con Él. Si nosotros
"no podemos tener tiempo", debemos hacerlo. Quien sea o cuanto lo que sea
puesto a un lado, Dios no debe serlo. Nosotros debemos tener tiempo (cada uno de
nosotros, "dotado" o "no dotado") debemos tener tiempo para estar a solas con
Dios. Es en el cuarto cerrado que los leones y los osos deben ser muertos.
Pero el señor hace claras todas aquellos cosas para
nosotros, estando en el desierto a solas con Él mismo. Solamente entonces
haremos verdaderamente la obra de Dios (solamente entonces la haremos a la
manera de Dios); solamente así haremos las muchas cosas que Dios ha preparado
para nosotros, y en el tiempo exacto apuntado por el Padre. ¿Qué secretos
obtenemos del Señor en la soledad con Él mismo! Y si nosotros no cuidamos por
los secretos de su presencia, ¿qué cuidado tendrá Él de nuestro jactanciosos
servicio? Es a nosotros mismos lo que Él quiere, y sólo aquel servicio que fluye
del gozo de su presencia es digno de su nombre. Solamente tal servicio podrá
resistir el fuego del juicio y traerá gozo en el día de Cristo, tal que no
hallamos corrido en vano, ni en vano trabajado. Que cada uno de nosotros
tengamos el oído abierto a la voz del Maestro cuando Él nos diga: "Venid
vosotros aparte al lugar desierto" (Mc. 6:31), recordando que aunque Él era el
Hijo del Padre, lo encontramos muy repetidas veces yéndose "a un lugar
solitario", y allá orando, aunque para hacerlo tenía que levantarse "muy de
mañana, aún muy oscuro" (Mc. 1:35). El mismo Testigo fiel, como también sus
fieles siervos en cada siglo, necesitaron una experiencia en la soledad, una
enseñanza del desierto, a solas con Dios, y, amados, nosotros también.
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