La morada de Dios
¿Sabes, oh espíritu mío, que Dios te hizo a ti para su morada? ¿Sabes que Él
que creó la tierra, y puso en la expansión de los cielos todas las estrellas,
desvió su mirada de todos ellos para hacer su morada en ti? ¡Que maravilloso,
espíritu mío! ¡Cuán especial debes ser! Desde entonces tú eres su hogar para que
seas santo como Él es santo... Su vida es tu vida, y tu vida es su vida. Su paz
es tu paz, y tu paz es su paz. Su duración es tu duración. Tú eres eterno como
Él. Su morada nunca se envejecerá ni descompondrá. Tendrás el privilegio de ver
su rostro y de estar en comunión con Él por siempre. Jesús fue a prepararte a ti
para una mansión de Dios. En la cruz Jesús preparó el corazón de Dios para
recibirte, y en la cruz preparó tu corazón para recibir a Dios. Tú reposarás en
su amor para siempre, y Él reposará en su amor sobre ti. Él te une a sí, y se
une a ti para que tú y Él sean uno. Pero acuérdate, oh espíritu mío, que
mientras estás aquí en esta casa de barro, no puedes tocar, ni gustar, ni
manejar ninguna cosa impura, al costo de separarte de Él para siempre.
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