Thursday, April 4, 2013

Pero te perdoné

   Pero te perdoné

1 Samuel 24:10

Si existe un solo versículo en la Biblia que nos descubra y muestre el corazón de Dios para su más amada creación, es éste. Tal vez uno podría quejarse de que esto no lo dijo Dios mismo. Para mí, las circunstancias bajo las cuales fueron pronunciadas, incrementan, en vez de disminuir, su poder. La mayoría de nosotros conocemos la historia, así que sólo pondré de relieve lo más importante.
Un hombre, un hombre del Antiguo Testamento bajo la ley de Moisés (y no bajo la gracia del Nuevo Testamento), está siendo perseguido por su enemigo. David, escondiéndose en cuevas y montañas, tiene razones de sobra para matar a su perseguidor. No se encuentra falta alguna en este siervo, salvo que libró al reino de la opresión filistea- si es que eso fue un error. Probablemente en los oídos de David aun persistía el eco de la jabalina que se clavó en la pared, cerca de su cabeza, porque de hecho su cabeza fue el blanco al que le apuntó Saúl. Él sirvió y recibió odio. Tocó el arpa, y estuvo a punto de morir. Pero en vez de rebelión, él simplemente huyó, deseando no causar más problemas ya.
Luego llega la gran oportunidad de oro. En voz baja oye a uno de sus más queridos aliados:
—¡Aquí está tu oportunidad!
Seguramente en su naturaleza humana, se levanta el recuerdo que, según la ley del Antiguo Testamento, puede odiar a su enemigo. “Ojo por ojo, diente por diente”. Él acerca su cuchillo con emoción, mientras Saúl está desprevenido, pero solo corta “la orilla de su manto”.
Saúl se despierta y regresa a la tarea de cazar a David. Luego, David lo llama, levantando el pedazo de tela de su manto como prueba de su amor al que lo odia. Y las palabras seguramente fueron dichas con lágrimas: “Y me dijeron que te matase, pero te perdoné, porque dije: No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Jehová”.
 
Compasión
Si hay un verdadero fruto de regeneración obrado por el Espíritu Santo, es la compasión. El celo puede provenir y ser producido por la carne. La habilidad de comunicar verdades puede ser un don natural: no todos los oradores elocuentes son renacidos de Dios. El cantar y gritar alabanzas no necesita renovación espiritual. La gente puede orar bien sin tener a Dios en su corazón, sin tener la Vida Eterna. Algunos misioneros pueden embarcarse a los confines de la tierra, impulsados por la búsqueda de aventuras. Pero la compasión pura y no adulterada no puede provenir del hombre natural. Quizás el hombre sienta simpatía. Pero compasión diaria sólo viene a través de la sangre de un perfecto sacrificio.
 
La  compasión de Dios
Una de las historias bíblicas favoritas para mí se halla en 2 Reyes 21 y 2 Crónicas 33. Allí, primero conocemos de los pecados de Manases: Imágenes (hasta en la casa de Dios), abominaciones del tipo de los amonitas, pasar a sus hijos por fuego, derramar sangre inocente, por mencionar poco. El último pecado mencionado, según la tradición judía, fue tener parte en la muerte del profeta Isaías.
Ahora lea 2 Crónicas 33. Allí leemos de Dios oyendo la súplica de este malvado hombre. Regresa al reino y haz las reformas. Esto es pura compasión, de parte de Dios. ¿Puedes imaginarte a Isaías, el amado profeta de Dios, lleno del Espíritu, quien tenía maravillosas palabras de Dios para el pueblo, y fue asesinado por Manases? ¡Y luego Dios perdona a Manases y le permite regresar al trono!
 
La compasión de Jesús
¿Qué de Dios hecho hombre y viviendo entre nosotros? Antes de entrar al templo de Jerusalén, para limpiarlo de las actividades de los vendedores y cambistas, los que hacían mercadería en la casa de Dios, lo hallamos con lágrimas que corren por sus mejillas. Predicó y no le prestaron atención. Llegó a la ciudad, limpió el templo, pero en medio de llanto.
Lo hallamos diciéndole a una adultera, sorprendida en el acto, que no la condenaba, aunque tiene toda autoridad para condenar, según la lógica humana. Y luego, cuando los religiosos hipócritas y los romanos lo crucifican, ¿qué dijo en medio de sus últimos respiros?  “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
 
La  compasión de Esteban
Podríamos decir: Bueno, Dios es el Padre y Cristo es el Hijo de Dios, pero ¿Qué de los humanos? Consideremos tan sólo un ejemplo: el joven Esteban. Siguió el ejemplo de su Maestro, muere asesinado sin razón por los celosos hipócritas. ¿Cuáles fueron sus últimas palabras? “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”.
 
Y  David, otra vez
Esto nos trae de vuelta a David. Dios es Dios Todopoderoso. Jesús es Dios hecho hombre. Esteban fue un hombre regenerado bajo la gracia neo-testamentaria, con el poder del Espíritu Santo que actuó en él. ¿Pero David? Él es un ejemplo de la más pura compasión, y un excelente ejemplo para nosotros, los que tenemos la oportunidad de participar de la naturaleza divina.
 
La naturaleza divina
La compasión, como se dijo, es un fruto de un corazón genuinamente regenerado. Para que un hombre viva y practique la compasión, se requiere un cambio dentro de él. David, aunque bajo la ley, tenía una relación con Dios más de lo “normal” de los hombres de su tiempo. Se puede decir que la historia de la compasión es la historia del Nuevo Pacto.
Con la venida del Espíritu Santo, se estableció la compasión. Esto es porque la misma es la naturaleza del Espíritu Santo. Se puede decir que un regenerado puede vivir fuera de la compasión, con el mismo éxito que un pez puede vivir fuera el agua. Parece ser que el problema actual es que aceptamos algo de menor calidad, y nos excusamos viviendo un cristianismo subnormal. ¡Dios nos ayude!
 
Acerca de los hijos
Muchos buenos libros se han escrito acerca de cómo educar a los hijos, pero muchos no mencionan uno de los más importantes puntos: si quieres ganar a tus hijos para Cristo, es imprescindible que tengas compasión. Qué vean lágrimas en tus ojos por los demás. Es necesario que tus hijos, cuando oigan de un sacerdote violador, o de un  pastor adultero, vean llanto y dolor, no juicio sin misericordia. Si los hijos ven eso, verán que papá camina con Dios.

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