Pero te perdoné
1 Samuel 24:10
Si existe un solo versículo en
la Biblia que nos descubra y muestre el corazón de Dios para su más amada
creación, es éste. Tal vez uno podría quejarse de que esto no lo dijo Dios
mismo. Para mí, las circunstancias bajo las cuales fueron pronunciadas,
incrementan, en vez de disminuir, su poder. La mayoría de nosotros conocemos la
historia, así que sólo pondré de relieve lo más importante.
Un hombre, un hombre del Antiguo Testamento bajo la ley de
Moisés (y no bajo la gracia del Nuevo Testamento), está siendo perseguido por su
enemigo. David, escondiéndose en cuevas y montañas, tiene razones de sobra para
matar a su perseguidor. No se encuentra falta alguna en este siervo, salvo que
libró al reino de la opresión filistea- si es que eso fue un error.
Probablemente en los oídos de David aun persistía el eco de la jabalina que se
clavó en la pared, cerca de su cabeza, porque de hecho su cabeza fue el blanco
al que le apuntó Saúl. Él sirvió y recibió odio. Tocó el arpa, y estuvo a punto
de morir. Pero en vez de rebelión, él simplemente huyó, deseando no causar más
problemas ya.
Luego llega la gran oportunidad de oro. En voz baja oye a
uno de sus más queridos aliados:
—¡Aquí está tu oportunidad!
Seguramente en su naturaleza humana, se levanta el
recuerdo que, según la ley del Antiguo Testamento, puede odiar a su enemigo.
“Ojo por ojo, diente por diente”. Él acerca su cuchillo con emoción, mientras
Saúl está desprevenido, pero solo corta “la orilla de su manto”.
Saúl se despierta y regresa a la tarea de cazar a David.
Luego, David lo llama, levantando el pedazo de tela de su manto como prueba de
su amor al que lo odia. Y las palabras seguramente fueron dichas con lágrimas:
“Y me dijeron que te matase, pero te perdoné, porque dije: No extenderé mi
mano contra mi señor, porque es el ungido de Jehová”.
Compasión
Si hay un verdadero fruto de regeneración obrado por el
Espíritu Santo, es la compasión. El celo puede provenir y ser producido por la
carne. La habilidad de comunicar verdades puede ser un don natural: no todos los
oradores elocuentes son renacidos de Dios. El cantar y gritar alabanzas no
necesita renovación espiritual. La gente puede orar bien sin tener a Dios en su
corazón, sin tener la Vida Eterna. Algunos misioneros pueden embarcarse a los
confines de la tierra, impulsados por la búsqueda de aventuras. Pero la
compasión pura y no adulterada no puede provenir del hombre natural. Quizás el
hombre sienta simpatía. Pero compasión diaria sólo viene a través de la sangre
de un perfecto sacrificio.
La compasión de Dios
Una de las historias bíblicas favoritas para mí se halla
en 2 Reyes 21 y 2 Crónicas 33. Allí, primero conocemos de los pecados de
Manases: Imágenes (hasta en la casa de Dios), abominaciones del tipo de los
amonitas, pasar a sus hijos por fuego, derramar sangre inocente, por mencionar
poco. El último pecado mencionado, según la tradición judía, fue tener parte en
la muerte del profeta Isaías.
Ahora lea 2 Crónicas 33. Allí leemos de Dios oyendo la
súplica de este malvado hombre. Regresa al reino y haz las reformas. Esto es
pura compasión, de parte de Dios. ¿Puedes imaginarte a Isaías, el amado profeta
de Dios, lleno del Espíritu, quien tenía maravillosas palabras de Dios para el
pueblo, y fue asesinado por Manases? ¡Y luego Dios perdona a Manases y le
permite regresar al trono!
La compasión de Jesús
¿Qué de Dios hecho hombre y viviendo entre nosotros? Antes
de entrar al templo de Jerusalén, para limpiarlo de las actividades de los
vendedores y cambistas, los que hacían mercadería en la casa de Dios, lo
hallamos con lágrimas que corren por sus mejillas. Predicó y no le prestaron
atención. Llegó a la ciudad, limpió el templo, pero en medio de llanto.
Lo hallamos diciéndole a una adultera, sorprendida en el
acto, que no la condenaba, aunque tiene toda autoridad para condenar, según la
lógica humana. Y luego, cuando los religiosos hipócritas y los romanos lo
crucifican, ¿qué dijo en medio de sus últimos respiros? “Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen”.
La compasión de
Esteban
Podríamos decir: Bueno, Dios es el Padre y Cristo es el
Hijo de Dios, pero ¿Qué de los humanos? Consideremos tan sólo un ejemplo: el
joven Esteban. Siguió el ejemplo de su Maestro, muere asesinado sin razón por
los celosos hipócritas. ¿Cuáles fueron sus últimas palabras? “Señor, no les
tomes en cuenta este pecado”.
Y David, otra vez
Esto nos trae de vuelta a David. Dios es Dios
Todopoderoso. Jesús es Dios hecho hombre. Esteban fue un hombre regenerado bajo
la gracia neo-testamentaria, con el poder del Espíritu Santo que actuó en él.
¿Pero David? Él es un ejemplo de la más pura compasión, y un excelente ejemplo
para nosotros, los que tenemos la oportunidad de participar de la naturaleza
divina.
La naturaleza divina
La compasión, como se dijo, es un fruto de un corazón
genuinamente regenerado. Para que un hombre viva y practique la compasión, se
requiere un cambio dentro de él. David, aunque bajo la ley, tenía una relación
con Dios más de lo “normal” de los hombres de su tiempo. Se puede decir que la
historia de la compasión es la historia del Nuevo Pacto.
Con la venida del Espíritu Santo, se estableció la
compasión. Esto es porque la misma es la naturaleza del Espíritu Santo. Se puede
decir que un regenerado puede vivir fuera de la compasión, con el mismo éxito
que un pez puede vivir fuera el agua. Parece ser que el problema actual es que
aceptamos algo de menor calidad, y nos excusamos viviendo un cristianismo
subnormal. ¡Dios nos ayude!
Acerca de los hijos
Muchos buenos libros se han escrito acerca de cómo educar
a los hijos, pero muchos no mencionan uno de los más importantes puntos: si
quieres ganar a tus hijos para Cristo, es imprescindible que tengas compasión.
Qué vean lágrimas en tus ojos por los demás. Es necesario que tus hijos, cuando
oigan de un sacerdote violador, o de un pastor adultero, vean llanto y dolor,
no juicio sin misericordia. Si los hijos ven eso, verán que papá camina con
Dios.
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