3. Polo negativo: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Éxodo 20.16)
Polo positivo: “Bendecid a los que os
maldicen” (Mateo 5.44)
En el Antiguo Testamento, cuando una
persona acusaba falsamente a otra, Dios tenía un buen remedio: El que acusaba
falsamente recibía el mismo castigo que pensaba echar sobre el otro (véase
Deuteronomio 19.18–19). Así se restringía la calumnia en aquel tiempo.
Pero en el Nuevo Testamento, Jesús
no se contenta sólo con que sus discípulos se abstengan de calumniar; él nos
receta un remedio positivo: “Bendecid a los que os maldicen”.
Además de bendecir a los que
destruyen nuestra buena reputación, Jesús increíblemente nos encarga dos tareas
más: nosotros debemos hacerles bien y orar por ellos. ¡Imagínate!
No podemos hacer ninguna de estas
cosas sin tener amor. Y sin lugar a duda, amar así a los que nos hacen mal y nos
persiguen no es un amor natural; es un amor sobrenatural. Es un amor que
recibimos sólo del mismo Espíritu de Dios.
B. El amor hacia los
enemigos: una confianza completa en Dios
Los tres mandamientos de Jesús que
acabamos de analizar, por muy positivos que sean, me llevan a unas conclusiones
negativas:
1. Jesús no me permite defenderme
en la vida diaria (“No resistáis al que es malo”).
2. Jesús no me permite unirme a las
fuerzas armadas de ningún país (“Amad a vuestros enemigos”).
3. Jesús no me permite llevar ante
el tribunal al que me roba (“Al que quiera (...) quitarte la túnica, déjale
también la capa”).
Sin ningún lugar a duda, para ser
discípulo de Cristo se requiere de una confianza completa en Dios.
Por
ejemplo, ¿cómo no voy a defenderme si viene uno para hacerme daño? Quizá
peor todavía, ¿cómo no voy a defender a mi familia si llega uno a mi casa
para hacerles daño a ellos? Tales preguntas levantan dentro de mí una
tormenta de emociones que me hacen ver como pura locura las palabras de Jesús…
Pero de pronto reconozco que estas
preguntas carnales dentro de mí no toman en cuenta el cambio revolucionario que
Jesús obra en nuestros corazones cuando perdimos nuestra vida para hallarla en
él. Este cambio se explica con pocas palabras: Para nosotros como creyentes, lo
que tiene valor verdadero ya no es lo físico, sino lo espiritual.
Por difícil que sea reconocerlo, las
tres conclusiones de arriba (no defenderme, no pelear en las fuerzas armadas, no
llevar ante el tribunal al ladrón) se refieren a lo físico y material, no a lo
espiritual. Es por eso que Jesús no permite que sus seguidores peleen sobre
estas cosas. Si se tratara de peligros espirituales, entonces sí lucharíamos…
espiritualmente.
En 2
Corintios 10.4 el apóstol Pablo expone claramente el carácter espiritual de
nuestra guerra. Él dice: “Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios”. Y en Efesios 6.12 dice lo siguiente: “No tenemos
lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra
los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad”. Al convertirnos en cristianos entramos en las fuerzas armadas, pero
no en las de este mundo. Nuestras armas son armas espirituales: la verdad, la
justicia, el evangelio, la fe, la salvación, la palabra de Dios y la oración
(véase Efesios 6.13–18).
Para no defendernos nada en lo
físico y material se requiere un cambio de perspectiva y una confianza completa
que Dios sabe lo que es mejor para nosotros. En Lucas 12.4–5, Jesús lo resumió
en una manera muy clara que no puedo contradecir ni entender de otra manera:
“No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os
enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la
vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.”
Y tú, ¿a quién vas a temer? Yo por
mi parte voy a temer a Dios y tener confianza en él.
C. El amor hacia los
enemigos: prueba de nuestra descendencia espiritual
Jesús terminó este tema diciendo:
“…para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo
5.45). Luego, él explicó lo que quería decir con eso. Jesús quería decir que
podemos escoger ser como nuestro Padre Dios o podemos escoger ser como los
pecadores. Ahora yo deseo darte un resumen de los puntos principales acerca de
la explicación de Jesús:
Ø
Dios es bueno con los malos, no sólo con los buenos: “[Dios] hace salir su sol
sobre malos y buenos, y (...) hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5.45).
Ø
Si hacemos sólo lo natural, o sea, si amamos sólo a los que nos aman, somos como
cualquier persona incrédula. Ellos también aman a sus amigos (véase Mateo 5.46).
Ø
Si saludamos sólo a nuestros hermanos y no a nuestros enemigos, somos iguales a
cualquier persona incrédula. Ellos también son cordiales para con sus amigos
(véase Mateo 5.47).
Ø
Dios es perfecto en cuanto a su amor para con sus enemigos (lo que éramos
nosotros antes de conocer al Señor Jesús). Él quiere ayudarnos para que nosotros
también amemos perfectamente a nuestros enemigos (Mateo 5.48).
Pero, ¿verdaderamente serán para
hoy estas enseñanzas de Jesús? Bueno, al final
de su discurso, Jesús explicó indiscutiblemente que él espera que nosotros
practiquemos hoy lo que enseñó aquel día. He aquí las palabras del mismo Sermón
del Monte:
“Cualquiera, pues, que me oye
estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su
casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y
golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un
hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y
vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y
cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7.24–27).
Yo no quiero que mi casa espiritual
caiga cuando venga la tormenta. Allí en el mismo centro de mi corazón yo
entiendo qué es lo que tengo que hacer para preparar una casa firme que me
acogerá cuando falle esta casa física... mi cuerpo. Y yo sé que por difícil que
sea, valdrá la pena que yo me prepare para ello ahora.
Y tú, ¿qué harás con estas
enseñanzas de Jesús?
0 comments :