Verdad central:
Cuando perdonamos a los demás, Dios nos perdonará a nosotros.
Texto áureo: Si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a
vosotros vuestro Padre celestial. Mateo 6:14
Trasfondo bíblico: Mateo 18:15-35
Bosquejo:
I. Perdón sin límites
A. Motivo del perdón
B. Extensión del perdón
II. Ejemplo de perdón
A. El perdón necesario
B. El perdón concedido
III. Necesidad de perdón
A. El perdón negado
B. El rencor y la gracia
Objetivo:
Aceptar y obedecer la enseñanza de Cristo respecto a la necesidad de perdonar a
los demás.
Introducción
Algunas de las mayores bendiciones de nuestra vida cristiana resultan de las
relaciones que tenemos con otros creyentes. A medida que cultivamos estas
relaciones, podemos ser fortalecidos en nuestro andar espiritual. La estrecha
comunión espiritual que resulta de esas amistades puede ayudarnos en los tiempos
difíciles de nuestra vida.
Una de las cosas más devastadoras que tiene lugar en la Iglesia es el deterioro
de las relaciones entre creyentes. A veces aun una acción insignificante puede
hacer que una persona se sienta ofendida. Si no se resuelve la ofensa, puede
abrigarse la amargura. Y a la larga se quebrantará la relación entre esas
personas.
Es probable que a cada uno de nosotros se le haya ofendido de alguna manera.
¿Cómo resolvemos esas situaciones? Como creyentes, nuestra reacción ha de ser
muy distinta de la de quienes son del mundo. En Mateo 18, Jesús enseñó que el
perdón es parte esencial de la vida cristiana robusta. No podemos permitir la
falta de perdón y la amargura en nuestra vida. Debemos procurar la reanudación
de relaciones con los hermanos en la fe que nos hayan ofendido.
Comentario Bíblico
I. Perdón sin límites (Mateo 18:15-20)
A. Motivo del perdón
En Mateo 18, Jesús respondió a la pregunta de sus discípulos respecto a quién es
el mayor en el reino de los cielos (v. 1). En su respuesta. Jesús indicó que
todo el mundo es importante en el reino. Se están preparando las condiciones
para que Jesús les enseñe a sus discípulos cómo y por qué han de mostrar
misericordia y perdón, aun a quienes pequen contra ellos (v. 15).
Pregunta ¿Qué significa pecar contra otro creyente?
El verbo "pecar" en este contexto incluye el quedar mal, el quebrantar un
secreto confidencial o el traicionar a un hermano, o herir a otra persona con su
actitud. Aunque pudiéramos considerar algunas de esas actitudes como ofensas
insignificantes, debemos reconocer el grave y devastador carácter del pecado.
Pregunta: ¿Cuál es una reacción común cuando se nos trata mal o
injustamente?
Cuando nos hacen mal, a menudo nuestra primera reacción es vengarnos o guardar
rencor. Pero nuestras reacciones no deben ser como las de quienes no son
cristianos. En los versículos 15-17, Jesús presentó la forma en que los
creyentes deben tratar a quienes pequen contra ellos.
Jesús dijo que el que ha sido ofendido ha de iniciar la tentativa de
reconciliación yendo a ver a la persona que lo haya ofendido. La privacidad
asegura que la persona que ha pecado no se sienta humillada ni avergonzada.
Asimismo, el que confronta debe recordar que el motivo de la confrontación es la
restitución. No puede haber pensamiento alguno de venganza.
Si la persona que pecó se niega a reconciliarse, el que procura la
reconciliación ha de llevar consigo a uno o dos creyentes más en una nueva
tentativa de reconciliación. Esos testigos adicionales pueden asegurar que el
que busca la reconciliación tiene motivos correctos. También pueden ayudar al
que ha pecado a comprender la gravedad de su conducta y su necesidad de
arrepentirse.
Si el que pecó rechaza esas tentativas de reconciliación, entonces se le ha de
llevar ante la iglesia (v. 17). En un último recurso, se le da la oportunidad de
arrepentirse y de ser restaurado a la comunión en la comunidad de la fe.
Lamentablemente, hay veces en que la persona que ha pecado se niega a humillarse
y a arrepentirse. La única alternativa es la separación del cuerpo de creyentes
y tratarlo como "gentil y publicano" (v. 17). Tal vez esa medida radical ayude a
esa persona a comprender su necesidad de arrepentirse.
Pregunta: ¿Por qué debe separarse de una iglesia a una persona que no se
arrepiente?
La Biblia enseña la importancia de la separación del pecado (1 Corintios
5:9-13). A una persona que no se arrepiente se le debe disciplinar para el bien
del pecador (2 Tesalonicenses 3:14,15), a fin de mantener la pureza en la
iglesia e impedir que otros se descarríen.
Pregunta: ¿Cómo se relaciona el concepto de atar y desatar (Mateo 18:18) con
la restitución de un creyente?
En algunos círculos cristianos se ha empleado mal el atar y desatar. Al
compararse con Mateo 16:19 y Juan 20:23, vemos que proclamar el mensaje del
reino lo abre a quienes aceptan su mensaje. Asimismo, quienes rechazan su
mensaje son esclavos, y no están libres de sus pecados.
De igual manera, cuando le ofrecemos reconciliación a un creyente que está
pecando, le brindamos libertad. Pero si rechaza nuestras tentativas de
reconciliación, él sigue atado por el pecado.
Pregunta: ¿Por qué es importante la oración en la restitución de un creyente
que ha pecado (Mateo 18:19,20)?
Jesús quería que conociéramos el poder que está a nuestro alcance cuando oramos
por quienes están alejados de Dios. Cuando dos o tres personas (tal vez las que
primero fueron a ver al creyente no arrepentido) se reúnen para orar, Dios oirá
y contestará su oración. Y pueden estar seguros de que Él está con ellos.
Pregunta: A la luz de Mateo 18:15-20, ¿cómo deben considerar la disciplina
de la iglesia los pastores y los miembros?
Es necesaria la disciplina de la iglesia debido a las posibles consecuencias
para quienes se someten a la disciplina. Aunque los creyentes deben procurar la
restitución de los creyentes que pecan, las consecuencias del pecado sin
arrepentimiento son muy severas. Debido a eso, debemos aplicar la disciplina con
oración.
Asimismo, los pastores deben buscar la sabiduría de Dios. No pueden guardar
ningún rencor ni amargura alguna. Durante todo el proceso, la meta es
restitución. Aun cuando se lleve a un pecador ante todo el cuerpo de creyentes,
el proceso debe efectuarse con amor.
B. Extensión del perdón
Jesús continuó fortaleciendo la enseñanza sobre el perdón mientras respondía a
la pregunta de Pedro: "¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano?" (Mateo 18:21). La
antigua literatura rabínica enseñaba que una persona debía perdonar a otra tres
veces. Es probable que Pedro pensara que estaba siendo generoso cuando sugirió
perdonar siete veces. Pero en su respuesta Jesús enseñó una actitud
revolucionaria respecto al perdón.
Pregunta: ¿Qué significa perdonar "setenta veces siete"?
Algunas traducciones dicen "setenta y siete veces"; otras indican que la
respuesta de Jesús sería "cuatrocientas noventa veces" (v. 22). Pero el número
es poco importante; lo que importa es que el perdón de los creyentes ha de ser
ilimitado. Esta es una enseñanza revolucionaria en un mundo que procura
vengarse.
Si contamos cada mal que perdonamos, no estamos de veras perdonando. Más bien
perdonar a los demás quiere decir que ni nos acordamos del mal que se comete
contra nosotros.
La actitud y la conducta que se aconseja en Mateo 18:15-22 sólo se alcanzará
gracias al poder de Dios. Pero como muestra la parábola en los versículos 23-35,
nuestra actitud en cuanto a perdonar incluso la injusticia más horrible puede
seguir siendo buena si mantenemos una perspectiva espiritual.
II. Ejemplo de perdón: (Mateo 18:23-25)
A. El perdón necesario
Jesús fortaleció su enseñanza sobre el perdón empleando una parábola para
ilustrar el verdadero perdón. Esta parábola describe la conducta de los
ciudadanos del reino de Dios (Mateo 18:23).
En la época del Nuevo Testamento, a veces se les daba a los siervos cargos de
supervisores de los asuntos económicos de un rey. En esa parábola, el rey
decidió arreglar las cuentas con sus siervos. Comenzó con un siervo cuya deuda
era increíblemente elevada (v. 24). Diez mil talentos es una suma casi
incalculable de dinero. En la actualidad, la deuda del siervo sumaría varios
millones de dólares.
Pregunta: ¿Por qué le atribuye Jesús un elevado valor a la deuda en esa
parábola?
Jesús empleó una cantidad extraordinaria de dinero para mostrar que era
imposible pagar esa deuda. El rey tenía el derecho de vender al siervo, así como
a su familia, como esclavos para saldar la deuda. Sin embargo, en este caso
hasta eso sería insuficiente. Las medidas que tomó el rey respecto al siervo en
el versículo 25 fueron estrictamente punitivas. Iba a descargar su ira sobre un
hombre que no tenía poder alguno para detenerlo.
Pregunta: ¿Cómo ilustra esta parábola, nuestra posición como pecadores antes
que aceptáramos a Cristo como nuestro Salvador?
Esta parábola prepara el escenario para una enseñanza convincente respecto a la
misericordia y el perdón. Se parece mucho a la situación en que nos encontramos
cuando no conocemos a Cristo como Salvador. Tenemos una deuda que no podemos
pagar. No hay forma en que podamos ganar la salvación con nuestras propias
obras.
B. El perdón concedido
El siervo en esa parábola le había fallado al rey y había incurrido en una deuda
que jamás podía pagar. Sólo podía hacer una cosa. Cayendo de rodillas ante el
rey, el siervo le pidió misericordia (Mateo 18:26). Aunque era imposible pagar
tal cantidad, el siervo le pidió tiempo para pagarle la deuda.
El rey sabía que era imposible que le pagara la deuda. Movido a misericordia, el
rey perdonó la deuda (v. 27). Al hacer eso, el rey hizo algo más que sentir
compasión por el siervo; también lo amó. Al perdonarle esa deuda, el rey además
trató al siervo como uno de los suyos. Vio al siervo como algo más que un
deudor; lo vio como persona.
Pregunta: ¿Cómo el perdón del rey ejemplifica el perdón de Dios?
El rey representa a Dios, mientras que el siervo representa al pecador. No puede
calcularse el perdón que nos ha concedido Dios. Debido a nuestro pecado, tenemos
una deuda incalculable con Dios. No tenemos esperanza alguna aparte de su
misericordia, pero Él nos ha mostrado gran compasión.
La palabra traducida "perdonó" en el versículo 27 ilustra el perdón de Dios de
los pecados (véase Mateo 6:14,15). Para nuestra forma de pensar, nuestra única
esperanza de evitar el castigo sería que de algún modo pagáramos la deuda. Pero
Dios sabe que es imposible que paguemos la deuda de nuestros pecados. Dios
responde con gracia inimaginable a nuestras súplicas de misericordia. Mediante
la obra expiatoria de Cristo, sencillamente nos perdona la deuda y nos restituye
a una buena relación con Él.
Cuando nos rendimos a Dios, no hay penitencia alguna que cumplir ni castigo
alguno que sufrir. El evangelio del perdón resuena en este pasaje, y va en
crescendo mientras la misericordia de Dios se contrasta con la conducta
despiadada del siervo en los versículos siguientes.
III. Necesidad de perdón (Mateo 18:28-30)
A. El perdón negado
El siervo a quien el rey había perdonado salió de la presencia del rey y se
encontró con otro siervo que le debía dinero, y le exigió que le pagara (Mateo
18:28). Este siervo le pidió misericordia, tal como había hecho el primer siervo
ante el rey (v. 29). Mientras que la cantidad de la deuda del primero era
enorme, la deuda de este otro era insignificante. Cien denarios serían hoy sólo
algunos dólares.
Aunque al primer siervo se le acababa de perdonar una deuda increíblemente
enorme, reaccionó con ira y falta de perdón al clamor de misericordia de su
consiervo. Incluso recurrió a la violencia física. Olvidando el perdón que
acababa de recibir, echó en la cárcel a su consiervo hasta que pudiera pagarle
la deuda (w. 28-30).
Pregunta: ¿Por qué trató el primer siervo con tanta rudeza a su consiervo?
Es evidente que el siervo no se sintió conmovido por la misericordia que se le
había mostrado. A diferencia de su propia deuda, cien denarios se pudieran haber
pagado fácilmente. Pero el corazón del siervo era malo, y no fue transformado
por la benevolencia del rey. Cuando tuvo la oportunidad de imitar la
misericordia que había recibido, se negó a mostrar misericordia.
B. El rencor y la gracia
La conducta injusta del siervo no pasó inadvertida. Algunos siervos le
informaron al rey acerca del siervo ingrato. El rey se enojó y le retiró su
misericordia (Mateo 18:31-34.).
Pregunta: ¿Por qué el rey retiró su misericordia? "
El rey se asombró de que su siervo se negara a perdonar una deuda insignificante
cuando le había perdonado a ese siervo una deuda de proporciones infinitas. El
rey reconoció la maldad en el corazón de ese siervo y lo condenó a ser
encarcelado y torturado hasta que pagara la deuda.
Como no había mostrado misericordia, no recibió ninguna. Como no estuvo
dispuesto a perdonar una deuda insignificante, perdió su perdón de una deuda
mucho más grande.
El perdón de Dios exige que seamos a la vez perdonadores. Cualquier pecado
cometido contra nosotros es insignificante al compararse con el pecado que hemos
cometido contra Dios. Pero cuando clamamos a Dios, recibimos su misericordia y
su perdón.
Pregunta: ¿Por qué no nos perdonará Dios si no somos perdonadores?
La falta de perdón no es consecuente con lo que significa ser hijo de Dios. Al
pueblo de Dios se le llama a reflejar su naturaleza. Dios es misericordioso y
perdonador, y Él espera que también lo sean sus hijos. Como Dios es perdonador,
es contradictorio llamarse cristiano mientras se alberga amargura hacia otro
creyente.
Según el versículo 35, hay un castigo para la falta de perdón. Un cristiano que
se niega a perdonar está haciendo algo muy peligroso. Finalmente perderá el
perdón de Dios. Esto tiene consecuencias eternas.
En esta vida pudiéramos ser heridos por los demás, incluso por hermanos en la
fe. Ese es un lamentable resultado de la imperfección humana. Pero es posible el
perdón. En realidad, podemos perdonarnos los unos a los otros con regocijo
cuando recordamos el perdón insondable que nos ha concedido nuestro Padre
celestial.
Aplicación
Vivimos en un mundo muy ególatra. Y en la búsqueda de beneficio social y
material, las personas pueden resultar heridas por la conducta egoísta de los
otros. Aun en la iglesia, las personas sufren por la conducta descuidada o
indiferente de los demás. Pero los creyentes no podemos reaccionar como el
mundo, con amargura o falta de perdón. Cristo nos ha ordenado que hagamos todo
lo posible por reconciliarnos con quienes nos hayan ofendido.
Tal vez alguien lo haya ofendido y usted necesite hacer un esfuerzo por
restablecer su relación con esa persona. Pídale a Dios que le ayude mientras
usted habla con esa persona. Crea que Dios obrará en el corazón de esa persona
también. Perdone a esa persona de todo corazón.
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