Verdad central:
Todo cristiano debe crecer en la gracia de Cristo.
Texto áureo: Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 3:18).
Trasfondo bíblico: 2 Pedro 3:18
Bosquejo:
I. Comprenda lo que es la gracia
A. La gracia definida.
B. La gracia capacita.
II. Acepte la gracia de Dios
A. Gracia revelada
B. Gracia aceptada
III. Use la gracia con prudencia
A. No en vano
B. En el servicio fiel
Objetivo
Saber lo que es la gracia de Dios y resolverse a crecer en la gracia.
Introducción
La concepción de un ser humano es un acontecimiento maravilloso y misterioso.
Aunque la raza humana no entiende por completo la maravilla de la concepción,
los científicos han descubierto muchos hechos asombrosos respecto a ese don de
Dios. El ambiente y la formación influyen en cada persona, pero muchas de las
características físicas y algunas de las psicológicas de una persona están
determinadas por los códigos genéticos transferidos a un nuevo ser humano en la
concepción. El programa genético de los padres se transfiere al niño que no ha
nacido aún. Los genes de los padres determinan el color de los ojos, el género y
una predisposición de la personalidad, y muchas otras características del nuevo
niño.
En el momento de la salvación, Dios convierte a las personas en nuevas criaturas
(2 Corintios 5:17). Los cristianos reciben un "programa espiritual" para su
vida. Dios conoce la potencialidad en cada cristiano y quiere que cada creyente
crezca, siendo más semejante a Cristo cada día. --- '
Esta lección nos ayudará a entender la naturaleza de la gracia de Dios y cómo
podemos recibir esa gracia y crecer en ella. Mientras estudiamos la gracia de
Dios, pida que el Espíritu Santo le ayude a crecer en esa gracia.
Comentario Bíblico
I. Comprenda lo que es la gracia (Efesios2:8-10)
A. La gracia definida
La gracia de Dios no es algo sin lo cual podamos vivir. No es un lujo, sino una
necesidad ineludible si hemos de tener una relación con Dios. En Efesios 2,
Pablo nos enseñó con toda claridad el lugar de la gracia en nuestra vida.
En los versículos 1-3, Pablo describió la condición perversa de los que viven
sin Cristo. El versículo 4 es el punto decisivo en la descripción que hace Pablo
de los seres humanos antes de Cristo y lo que ocurre en la salvación. Gracias al
"gran amor" de Dios y a su riqueza en misericordia, Él nos dio vida en Cristo.
Esa acción de Dios que nos dio salvación ha llegado a nosotros por la gracia de
Dios (v. 5).
Pregunta ¿En qué sentido es la salvación una señal de la gracia de Dios
(Efesios 2:8)?
La gracia es un don admirable de Dios; es su misericordia inmerecida. No hay
nada que podamos hacer para ganar la gracia de Dios o justificarnos delante de
Él. El pecado deformó y debilitó la imagen de Dios en nosotros, y nos volvimos
esclavos del pecado (Romanos 6). Como no podíamos llegar hasta Dios, Él, por su
gracia, llegó hasta nosotros.
Pregunta ¿Por qué Pablo afirmó que somos salvos mediante la fe?
Se acepta la gracia de Dios mediante la fe. Es un factor fundamental en la
salvación. Para ser salvos, debemos creer que Jesucristo murió por nuestros
pecados. También debemos llevar una vida de fe cada día para agradar a Dios.
Toda la vida de un cristiano se basa en la fe en Dios.
No se puede ganar la gracia de Dios (w. 8,9). La frase "don de Dios" se refiere
a la salvación que se nos da gracias a la bondad de Dios. No de puede ganar un
regalo. Si se ganara, no sería un regalo, sino una obligación con quien trabajó.
Por eso Pablo pone en claro que la salvación no es de "vosotros" y "no por
obras, para que nadie se gloríe".
Pregunta ¿De qué manera son los creyentes "hechura" de Dios
La gracia de Dios es evidente en nuestra vida mediante la salvación que ofrece |
por medio de Cristo. Cuando quienes nos rodean vean el poder transformador; de
Dios en nuestra vida, comprenderán que no hemos hecho esos cambios nosotros
mismos. Y mientras seguimos sirviendo a Dios, nuestras obras de bondad para los
demás darán una prueba más de la obra transformadora de Dios en nuestra vida.
Las buenas obras deben mostrarse con naturalidad en la vida de su pueblo. Esas
obras no nos conceden la misericordia de Dios, pero muestran que hemos aceptado
la gracia de Dios mientras nos esforzamos en el nombre de Cristo. ¡Al pueblo de
Dios se le llama a una vida de buenas obras (v. 10)!
B. La gracia capacita
El don de salvación de Dios se le presentó a la raza humana por medio de
Jesucristo (Tito 2:11). La gracia de Dios está al alcance de todos los que la
acepten. Él desea que todos sean salvos. La gracia de Dios por medio de
Jesucristo es la única solución al dilema del pecado y de la separación de Dios.
Pero la gracia no es sólo la inmerecida misericordia que da salvación, sino que
es lo que permite que llevemos nuestra vida de una forma que sea agradable a
Dios.
Pregunta ¿A qué nos enseña la gracia a decirle que no?
La gracia nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos. Nos instruye
y capacita para decirle que no al pecado.
La impiedad se refiere a la irreverencia por las cosas de Dios, una elección
consciente de no hacer caso de las exigencias de Dios. Los deseos mundanos se
refiere a los deseos que caracterizan a quienes no conocen a Dios o no viven
para Él.
Pregunta ¿A qué nos enseña la gracia decirle que sí?
La gracia nos hace percatarnos de lo que Dios quiere y nos aconseja que hagamos.
No sólo nos enseña las prohibiciones de la vida cristiana, sino que también nos
guía a las acciones del vivir para Dios. El vivir con sobriedad alude al dominio
de sí mismo. Ese dominio propio es una disciplina interior del pensamiento y de
las emociones de modo que nuestra vida muestre la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta (Romanos 12:2). El vivir rectamente alude a una conducta
que sea justa y recta con los demás. El vivir en santidad se refiere a
consagrarse a Dios y a glorificarlo en todo lo que hacemos (Colosenses 3:17).
La gracia también nos capacita para que sirvamos a Dios. Pablo el apóstol fue un
gran ejemplo de esa gracia capacitadora (1 Corintios 15:9,10). Estaba plenamente
consciente de que no era digno de que se le considerara apóstol porque había
sido perseguidor de la Iglesia. Pero lo que había procurado destruir ahora la
gracia de Dios lo estaba capacitando para edificar.
Pregunta ¿Qué podemos aprender la declaración de Pablo: "Por la gracia de
Dios soy lo que soy"?
Es importante permitir que la gracia de Dios obre plenamente en nosotros. Dios
nos ha transformado. El ha perdonado y olvidado nuestro pasador Debemos aceptar
la obra de gracia en la salvación en la capacitación para que podamos servir No
permita que la gracia de Dios que se le concedió sea en vano o sin efecto.
Aunque las palabras de Pablo se escribieron para alentar a sus lectores
corintios, también él nos aconseja a cada uno de nosotros: "Estad firmes y
constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo
en el Señor no es en vano" (1 Corintios 15:58).
II. Acepte la gracia de Dios (Juan 1:16,17)
A. Gracia revelada
Se nos revela la gracia de Dios mediante las bendiciones que recibimos de Él.
Eso es cierto no sólo para quienes han recibido su gracia por fe, sino para
todas las personas (Juan 1:16). Jesús enseñó acerca de esa gracia, la compasión
de Dios, en el Sermón del monte. Él es el "que hace salir su sol sobre malos y
buenos, y que hace llover sobre justos e injustos" (Mateo 5:45) No debemos
olvidar que toda buena dádiva y todo don perfecto viene de Dios (Santiago 1:17).
Pablo, habiéndoles a los griegos, explicó que Dios ha derramado sus bendiciones
sobre todas las personas, "haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos
fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones" (Hechos
14:17). Dios ha revelado su gracia mediante su creación y su cuidado constante
de todo lo que ha hecho.
La ley se le dio a Moisés cuando Dios le dio instrucciones respecto a cómo
quería que viviera su pueblo del pacto (Juan 1:17). ¡Cuan misericordioso fue ese
acto de revelación! Dios, el Creador, en su gran amor a quienes hizo, se da a
conocer a sus criaturas.
La ley era buena, pero había un problema: la pecaminosa naturaleza humana. Dios,
reconociendo esa debilidad, envió a Jesucristo a condenar el pecado en el hombre
pecador y a revelar la gracia y la verdad de Dios (v. 17; véase Romanos 8:1-4).
Habiendo aceptado la gracia de Dios, ahora las personas pueden cumplir los
justos requisitos de la ley gracias al poder del Espíritu Santo. El Pentecostés
es una de las mayores pruebas de la gracia de Dios. El bautismo en el Espíritu
Santo nos da poder, poder para ser sus testigos y poder para llevar una vida
recta.
B. Gracia aceptada
Imagínese cómo se sentiría si usted descubriera la cura para la más terrible
enfermedad que se conozca hoy. Usted brinda gratuitamente esa medicina. Hasta se
la lleva a quienes la necesitan. Pero en vez de aceptar con alegría esa cura
salvadora, los enfermos la rechazan y mueren.
Dios nos ha provisto de un remedio para el pecado: gracia mediante la sangre
preciosa de Cristo. No debemos rechazar su gracia. El rechazarla resultará en la
eterna separación de Dios.
Dios ha provisto no solamente la gracia que necesitamos, sino también los medios
para alcanzarla. Entre esos medios están las personas capacitadas, la oración y
la debilidad.
Efesios 4:7 habla de la gracia que se nos ha dado "conforme a la medida del don
de Cristo". Cristo pone siervos llamados y ungidos en la Iglesia para que sirvan
al pueblo de Dios. Por medio de estas personas —apóstoles, profetas,
evangelistas, pastores y maestros— Dios puso su gracia a disposición del cuerpo
de creyentes. En realidad, Dios usa a todos los cristianos para que sean
instrumentos de su gracia para que se edifiquen unos a los otros y edifiquen
todo el cuerpo en amor (Efesios 4:11-16).
La oración es otro medio de aceptar la gracia de Dios. Santiago les dice a sus
lectores que no habían recibido de Dios porque no le habían pedido (Santiago
4:2). Hebreos nos alienta a que nos acerquemos "confiadamente al trono de la
gracia" (Hebreos 4:16). El mismo Jesucristo que obtuvo nuestra salvación
mediante su muerte, fue resucitado de los muertos y ha ido al cielo a servir
como nuestro sumo sacerdote. Él se compadece de nuestras debilidades y
tentaciones. Podemos acudir a Él para alcanzar misericordia, compasión y gracia
para nuestras necesidades.
El apóstol Pablo aprendió que la gracia de Dios puede recibirse en la debilidad
y en tiempos de necesidad. Para Pablo, era un aguijón en la carne. Aunque no se
sabe con certeza cuál era ese problema, hizo que se sintiera débil. Pudiera
incluso haber sentido como si eso estorbara su servicio a Dios. Cuando le pidió
al Señor que quitara la causa de la debilidad. El Señor le recordó a Pablo que
su gracia era suficiente. La gracia capacitadora de Dios que Pablo recibió le
ayudó a vencer su debilidad. Pablo llegó a regocijarse en su debilidad en vez de
quejarse de su aflicción. Pablo aprendió, como debemos aprender nosotros, que la
verdadera fortaleza es Dios obrando en nosotros por su gracia, no por nuestros
talentos y aptitudes naturales.
III. Use la gracia con prudencia (2 Corintios 5:20-6:1)
A. No en vano
La gracia de Dios es una bendición prodigiosa. En muchos aspectos eso no tiene
sentido. ¿Por qué alguien que amara tanto lo sacrificaría todo por el bien de
otro?
Pablo contesta esa pregunta en 2 Corintios 5:20,21. Dios quiere ser nuestro
amigo. Quiere librarnos de la esclavitud del pecado y darnos la gloriosa
libertad de ser hijos de Dios (Romanos 8:21).
Fue con ese fin que Pablo sirvió como embajador de Cristo. Él era representante
de Dios y hacía este llamamiento:
"Reconciliaos con Dios" (v. 20). Los que en Corinto oyeron ese llamado y
respondieron a él habían aceptado la misericordia y la gracia de Dios.
Pablo declaró que seguía colaborando con Dios en la exhortación a esos creyentes
de que no recibieran "en vano la gracia de Dios" (6:1). La Biblia tiene muchos
ejemplos de personas' que han presenciado una obra poderosa de Dios que se han
apartado de Dios y han desperdiciado la gracia de Dios.
Pregunta: ¿Cuáles son algunos ejemplos bíblicos de los que han desperdiciado la
gracia de Dios?
El primer ejemplo fue Caín. Rechazó la reprensión de Dios después que había
ofrecido un sacrificio inaceptable. Judas, a quien se había escogido como
apóstol, traicionó a Jesús. Demas, un compañero de Pablo, abandonó el ministerio
"amando este mundo" (2 Timoteo 4:10).
Debemos también tener cuidado de confiar en que la gracia de Dios nos mantenga
cerca de Dios. El amor a este mundo, el orgullo y la autosuficiencia pueden
hacer que desperdiciemos la gracia de Dios. El gran himno de la iglesia,
"Sublime gracia", dice: "Su gracia siempre me libró y me guiará feliz."
B. En el servicio fiel
Dios nos da un don (o dones) a cada uno para que nos sirvamos los unos a los
otros. Este concepto no sólo se encuentra en la carta de Pedro, sino que es
importantísimo para la interpretación paulina de la Iglesia.
No para minimizar la importancia del pastor-maestro o evangelista, pero con
demasiada frecuencia tenemos el concepto de que sólo quienes le dedican al
ministerio todo el tiempo tienen el don del ministerio. Las listas de los dones
en Romanos 12:3-8 y 1 Corintios 12:27-31 desaprueban con toda claridad semejante
idea. Cada uno de nosotros ha recibido un don que nos permite ministrar la
gracia de Dios mediante el poder de Dios. Pedro nos ordenó que lo usemos para
ministrar a "otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios"
(1 Pedro 4:10).
La meta de ese ministerio tiene dos aspectos: ayudar a los demás a crecer en la
gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y darle
alabanza y gloria a Dios.
Se cuenta la historia respecto a un trabajo que debía realizarse en la iglesia.
Todos pensaban que alguien lo haría, pero nadie lo hizo. Resolvamos usar
sabiamente la gracia de Dios sirviéndole fielmente.
Aplicación:
Es impresionante pensar en la grandeza de la gracia de Dios para nosotros. El
Creador del universo desea ser nuestro amigo. No es porque haya algo digno en
nosotros, sino porque Dios nos creó y nos ama.
No permita que el sentido de culpa impida que usted busque la gracia de Dios.
Tal vez sienta que los fracasos pasados lo hacen indigno de recibir su gracia.
Pero debe recordar que donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia (Romanos
5:20).
La verdad es que todos éramos indignos de recibir nada de Dios salvo su ira y su
enojo. Pero cuando éramos enemigos de Dios, Cristo murió por nosotros (Romanos
5:8). Por eso lo que recibimos de Dios lo recibimos por gracia. ¿Necesita hoy la
gracia y la misericordia de Dios? Vaya al trono de la gracia y recuerde que la
gracia es las riquezas de Dios a expensas de Cristo.
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