Saturday, November 2, 2013

La seguridad empieza con el nuevo nacimiento

La seguridad empieza con el nuevo nacimiento
"Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios, y todo aquel que
ama al que engendró ama también al que es nacido de él" (1 Juan 5:1)



El nacimiento espiritual es muy semejante al nacimiento físico. El nacimiento
físico nos da' un ejemplo perfecto de la salvación, y como todos lo hemos
experimentado, podemos relacionarnos con los diferentes aspectos del mismo.
El Evangelio de Juan nos da una enseñanza muy clara sobre este nacimiento:
''Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un
gobernante de los judíos. Este vino a Jesús de noche y le dijo:
-Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie
puede hacer estas señales que tú haces, a menos que Dios esté con él.
Respondió Jesús y le dijo:
-De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de nuevo no
puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo:
-¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por
segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
Respondió Jesús:
-De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne,
carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que
te dije: 'Os es necesario nacer de nuevo'" (Juan 3:1-7).
En este pasaje Jesús estaba hablando con un religioso llamado Nicodemo, que
quería indagar sobre los milagros. En esencia, Jesús le dijo que para poder entender los
milagros era necesario que él mismo llegara a ser un 'milagro. Necesitaba nacer de
nuevo. Nicodemo le preguntó a Jesús al respecto, y en su respuesta Jesús le mostró
algunas cosas que todos necesitamos entender sobre el nuevo nacimiento para tener una
plena seguridad.
En un nacimiento ocurre una concepción. Jesús dice que nacemos de agua y del
Espíritu para entrar en el reino de Dios (v. 5). El agua habla de la Palabra de Dios1, y el
Espíritu se refiere al Espíritu de Dios5. Cuando el Espíritu y la Palabra de Dios se unen
en el útero de la fe, sucede una maravillosa concepción. Esto no sucederá sin nuestro
consentimiento. Nosotros debemos proporcionar el útero de la fe.
En un nacimiento hay una continuación. La vida física imparte vida física, y la
vida espiritual imparte vida espiritual (v.6).
5 “Para santificarla, habiéndola purificado en el levantamiento del agua por la palabra” (Efectos 5:26)
“Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que Vive y
permanece para siempre” (1 Pedro 1:23)


Los padres no fabrican bebés en el verdadero sentido de la palabra. Ellos
transfieren la vida que les ha sido dada. La vida se transmite.
De igual manera en el nuevo nacimiento la vida de Dios se nos transfiere. El
significado literal del término "nacer de nuevo" es "nacer de arriba". La salvación no
sólo implica sacar al hombre de la tierra y ponerlo en el cielo, sino también que Dios
sale del cielo y entra en el hombre a través de su Espíritu.
En un nacimiento se produce un carácter. En la carne, recibimos la naturaleza
de nuestros padres carnales. Cuando el Espíritu y la Palabra de Dios crean en nosotros
algo sobrenatural, recibimos el carácter de un nuevo ser con naturaleza divina.
Los cristianos no somos sencillamente personas buenas; somos nuevas criaturas.
No somos como un renacuajo que se convierte en sapo; somos más como un sapo que
se convierte en príncipe por el beso de la gracia.
Un nacimiento tiene un término. Un nacimiento es una experiencia única y
definitiva en el reino natural y también en el espiritual.
Cuando un bebé nace en la sociedad terrenal, se hace un registro. En el cielo se
escribe un nuevo nombre en la gloria. Esto habla de un hecho terminado.
Es importante que entendamos esto porque nadie puede jamás existir sin haber
nacido. Incluso cuando el cuerpo de alguien deja de existir, el espíritu pasa sin límite de
tiempo, sin fecha y sin medida, a la eternidad.
Un nacimiento tiene un comienzo. Un nacimiento es un punto de partida. Para
un pequeñito todo es futuro, todo es "mañana", él no tiene pasado. Ningún policía podrá
arrestar a un recién nacido por haber cometido crímenes. Cuando llegamos a Jesús no
existe el ayer, sólo tenemos "mañanas".
Sin embargo, después de nacer comenzamos a crecer. El bebé nace con todo el
equipo que va a tener, ahora necesita crecer. ¡Qué bendición descubrir, desarrollar y
desplegar lo que hemos recibido con nuestro nuevo nacimiento!
Un nacimiento se espera con certeza. Un nacimiento es una experiencia
definitiva. Si yo le preguntara: "¿Ha nacido usted alguna vez?", dicha pregunta no
tendría sentido. Pero supongamos que yo le hago la pregunta y usted me responde: "Eso
espero. Estoy haciendo lo mejor que puedo". O aún más ridículo sería que me
respondiera: "Yo siempre he nacido".
No, en realidad en un nacimiento hay una certeza implícita. Hubo un tiempo en el
que usted no había nacido, luego llegó el tiempo en el que ya había nacido.

Hablemos sobre nuestra parte en el nuevo nacimiento. No tuvimos elección en
nuestro primer nacimiento, pero sí la tenemos en nuestro segundo nacimiento. Como
dije anteriormente, nosotros proporcionamos el útero de la fe. "Todo aquel que cree que
Jesús es el Cristo es nacido de Dios..." (1 Juan 5:1). El nuevo nacimiento ocurre cuando
creemos en el Señor Jesucristo.
El clásico pasaje que lo relata está en Efesios 2:8, 9 donde dice: "Porque por
gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es
por obras, para que nadie se gloríe".
Este pasaje es grandioso porque en este punto la Escritura establece claramente
por medio de qué somos salvos. En contraste, no podemos cometer ningún error al
respecto, pues habla sobre lo que no nos salva. Por consiguiente, podemos mirarlo
desde el punto de vista negativo y ver lo que no salva, y luego desde el punto de vista
positivo y ver lo que sí salva.
Estos versículo s nos dicen que ni nosotros, ni nuestras obras nos salvan. "No
depende de usted". "No depende de sus obras". Es simple, ¿no es así? Pero la mayoría
de la gente no entiende este sencillo concepto. Si usted saliera a la calle y le preguntara
a cualquier persona: ¿Irá usted al cielo?, quizás esa persona respondería: ¡Seguro!, estoy
haciendo lo mejor que puedo. Piense en esa respuesta. El yo (el ego) está haciendo
(obras) lo mejor que puede.
Dios no es un Santa Claus
Muchos piensan que Dios es como un Santa Claus, y que está haciendo una lista
para revisarla con detenimiento y buscar quién es malo y quién es bueno. Entonces,
piensan que un día compareceremos ante el trono del juicio y él pesará lo bueno que
hemos hecho contra lo malo para ver hacia qué lado se inclina la balanza. La mayoría de
la gente cree que llegará al cielo por su buen comportamiento.
Pero volvamos a mirar con claridad nuestro versículo. "... esto no de vosotros ...
no por obras" (Efesios 2:8, 9). No es por el ego, y no es por las obras. El diablo no se
rinde fácilmente y lo animará a creer algo así: "Correcto, no puedo labrar mi camino al
cielo, pero las obras me ayudarán. La gracia de Dios es más lo que yo hago. Yo hago mi
parte y Dios hace la suya".


No vamos para el cielo en un bote de remos
He oído a quienes creen en las obras más la gracia y usan esta ilustración: Si usted
estuviera cruzando un río en un bote de remos y usara sólo un remo, llamémoslo
"obras", remaría en círculos. Pero si usara el otro remo, llamémoslo "fe", remaría en la
dirección opuesta. Luego, con una mirada "sabia" en su rostro, dicen: Ambos remos, fe
y obras, lo llevarán al otro lado del río. Eso puede parecer una buena ilustración, pero
tiene un defecto fatal: No vamos al cielo en un bote de remos. Vamos al cielo por la gracia
de Dios. No por nosotros mismos o por nuestras obras.
Si usted no lo entiende, nunca tendrá la seguridad de su salvación. Si tan sólo una
pequeña parte dependiera de usted, nunca tendría la seguridad. Si en algo dependiera de
sus obras, nunca sabría si ha hecho suficiente. Grábese esto en el corazón y en la mente:
No es por nosotros mismos ni por obras.
Mire otra vez con detenimiento Efesios 2:8. "Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe...". Desde el punto de vista positivo es gracia por medio de la fe.
Entonces, ¿qué es la gracia? La gracia es la característica de la naturaleza de Dios
que hace que él ame a pecadores como nosotros. Dios no nos ama porque seamos
valiosos, somos valiosos porque él nos ama. Ese amor es por Su pura gracia. La gracia
es algo que no merecemos en absoluto. Es el inmerecido amor y favor de Dios mostrado
a los pecadores que merecen el juicio.


Gracia: Riquezas de Dios a expensas de Cristo
Una manera de comprender el significado de la gracia es cuando recordamos que
hemos recibido las riquezas de Dios a expensas de la muerte Cristo; eso es la gracia.
Cuando piense en la gracia, piense en Jesús, que murió sobre una cruz por causa de los
pecadores que no lo merecían. No tenemos nada que agrade a Dios. Somos pecadores
por nacimiento, elección y práctica, pero Dios nos ama a pesar de nuestro pecado, y ese
amor se llama gracia.


Fe: Abandonar todo para confiar en Jesús
Si podemos explicar la gracia como las riquezas de Dios a expensas de la muerte
de Cristo, ¿cómo explicaríamos la fe? Podemos decir que la fe es abandonar todo para
confiar en Jesús. Dejamos de depender de nuestras buenas intenciones, nuestras buenas
obras, nuestro sentido de autosuficiencia y también dejamos nuestro pecado. Le damos
la espalda al pecado y confiamos en Dios. Ponemos nuestra fe donde Dios puso nuestros
pecados, sobre el Señor Jesucristo.
Esta fe no es una simple creencia intelectual. Santiago dice que "… los demonios
creen y tiemblan" (Santiago 2:19). No, es más que creer, es compromiso; yo puedo creer
que un avión puede volar, pero no llego a creerlo del todo hasta que entro en él y dejó
que me lleve de un lugar a otro.
Así es como obra la salvación y llega el nuevo nacimiento. Pongo mi fe en la
gracia de Dios. Somos salvos por la gracia de Dios, y la fe simplemente se aferra a esa
gracia. Piense en la gracia como la amorosa mano de Dios que baja del cielo diciendo:
"Te amo y quiero salvarte". Es una mano con cicatrices de clavos por haber pagado el
precio de nuestros pecados. Piense en la fe como si fuera su mano manchada de pecado
diciendo: "Dios, te necesito". Poner su mano de fe en la mano de la gracia de Dios, eso
es salvación por gracia. "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios" (Efesios 2:8).

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