El tiempo de quietud
Te exhortamos, querido joven
cristiano, a amar el espíritu y la práctica de la oración. Tienes por qué
alarmarte si existe en ti una disposición a descuidar la comunión con Dios.
Ten un tiempo cada día para apartarte del mundo y estar a solas con Jesús.
Tu no puedes obtener ningún considerable grado de santidad sin permanecer largos
momentos, a solas, en conversación con Dios. Para ser espíritual, tu debes
vivir mucho tiempo en cosas espirituales. Si no has aprendido a ausentarte
completamente del mundo y de todas las cosas terrenales y habitar algún tiempo
en el cielo cada día, te exhortamos a empezar a hacerlo pronto.
La vida cristiana en su belleza y
plenitud es un retrato del carácter de Cristo. Vida cristiana es vida
humano llenado con Dios. La vida de Jesús viene a la vida humana
saturandola completamente con las virtudes de gracia y manifestandose ante los
hombres en la conducta diaria. Los purificantes virtudes de la gracia de
Dios limpiarán el corazón y vida de tal modo que la vida de Jesús pueda fluir
por dentro y por fuera sin perder nada de su pureza. Esta es la vida
cristiana verdadera y no puede servir vida día a día sin mucho del vital
contacto con Dios en el lugar secreto de oración.
Vida cristiana es el recibimiento
de cosas santos del cielo y transformarlos en actos santos. El cristiano
puro es un laboratorio en el cual las gracias celestiales son combinadas con la
vida humana. La vida cristiana es la emanación de este compuesto en actos
de justicia. La vida cristiana es un vida humana transformada. Para
que tu vida sea una vida transformada, debes pasar mucho tiempo en el seno de
Jesús. Cristo fue transformado mientras estaba orando. Hay un poder
transfigurante en la oración.
En el amor y la vida de Jesús
existen muchos pliegues. En un diálogo de corazón con Él, un pliegue se
obre, y entramos un poquito más profundo en esta vida y amor. No
deberíamos permitir pasar un día sin haber abierto otro pliegue y dar otro paso
hacia lo más profundo de la vida dulce de nuestro amado Señor. Si tu
quieres pensar los pensamientos de Dios, debes tener la mente de Cristo en ti.
Si tu quieres sentir lo que Jesús siente, simpatizar y amar con Él, tu debes
permitirle entrar en tu corazón. Si tu quieres que el te moldee, te
transforme, debes vivir cariñosamente en su presencia. Sientate a sus
pies, como María, permitiendo que la esencia de su presencia destile sobre tu
alma y serás así transformado. La ley de la comunión es esa por la cual
venimos a ser semejantes a eso con lo cual nos ponemos en contacto. La
gente dijo de los seguidores de Cristo: ellos "han estado con Jesús" (Hch
4.13) Aquellos con quienes nos asocia nos dejan algo de sí mismos en
nosotros, que será reconocido por otros. Si la gente falla de ver algo de
Cristo en nosotros, es porque no hemos estado lo suficiente con Él. Si tu
quieres guardar tu vida de pecado, vive en la presencia de Cristo.
El pecado no puede vivir más en presencia de Jesús de lo que las tinieblas
pueden hacerlo ante la luz del sol. La presencia de Cristo obrará sobre tu
alma como la luz del sol sobre un jardín. Cuando el sol caliente sobre el
jardín, brote vida, y belleza florece por todas partes. La presencia de
Cristo transformará el desolado corazón en un jardín florido. La gran
necesidad actual con nuestra gente joven es más ardiente amor a Jesucristo y una
más grande pasión por la oración.
Existen en ti, mi joven lector,
inherentes posibilidades que jamás serán realizados y hechos una sobresaliente
realidad en tu vida a menos que vives en cerrada intimidad con Dios. Toma
tiempo para absorber su gracia, y su poder, y su vida, a través de una santa
contemplación de Él.
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