Tuesday, April 9, 2013

No basta admirar a Jesús


No basta admirar a Jesús

Si Jesús hubiese querido enriquecerse cobrando cuantiosas sumas por sus pródigos y sanidades milagrosas habría sido el hombre más rico del mundo; seguramente que multitudes habrían peregrinado de tierras lejanas para recibir curación, no importando precio ni esfuerzo. Otros, simplemente habrían pagado por presenciar el espectáculo. No obstante, y lejos de manifestar en lo más mínimo este mezquino interés, Jesús tuvo -él mismo- que pagar aun con su vida por hacer gratuitamente estos favores a los hombres; enseñando además a sus discípulos a seguir este ejemplo. Léase: ...ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis...Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis (Jn. 13:15,17).
Contrario a las enseñanzas de Jesús, muchos se han enriquecido a costes del evangelio; otros han torcido la interpretación de las escrituras enseñando a buscar los bienes materiales como la gran bendición de Dios, ignorando que ésta no se mide por los valores materiales sino espirituales; y muchas aplauden estas erróneas interpretaciones apoyados más en su propia avaricia que en verdad de las escrituras, según leemos: ...hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales... (1 Ti. 6:5). ¿Que le parece?, ¿fue esto solamente para los primeros cristianos, o también para los que hemos alcanzado el final de esta era?
Jesús renunció a todo.

...siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo...hecho semejante a los hombres (Fi. 2:6-7). Para venir a este mundo Cristo renunció al hecho de ser Dios mismo, mediante la operación de uno de los misterios más grandes; según leemos: ...grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne... (1 Ti. 3:16). Despojándose de sus atributos divinos se hizo increíblemente un ser mortal; y disfrazado de hombre vivió entre los hombres, pero debido a sus pecados no le conocieron, según leemos; En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció (Jn. 1:10). En el mundo no buscó ostento ni fama -cosas añoran los hombres- sino que nació en el mísero pesebre de una mísera aldea. Los padres terrenales que escogió para que fuesen sus tutores no fueron príncipes de este mundo sino personas muy sencillas y pobres; tampoco se instruyó a los pies de ningún sabio estimando como superior el conocimiento de Dios. Cuando escogió discípulos buscó gente sencilla y menospreciada por la sociedad, gente calificada como vulgo. Después de ello inició su grandioso ministerio enfocando su atención principalmente a los pobres como la razón más poderosa de su misión. Leamos: ...juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra... (Is. 11:4). Su principal caminar era por las aldeas, según leemos: y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes (Lc. 9:6). No por ello quiere decir que salvaba a todos los pobres por ser pobres, sino enseñaba que dentro de ellos que están los más necesitados de Dios a quienes él escogería; como asegura la Palabra: ...¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en la fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? (Stg. 2:5). Santiago -hermano en la carne de Jesús- impregna en este libro el singular estilo de Cristo, de quien tenía su misma doctrina respecto a los pobres.

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