“El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros.” Isaías 61:1 (NVI)
Disfrutá el anuncio de Dios
Cuando estás buscando trabajo, lo más angustiante es esperar. El teléfono no suena, el mail no llega. Y no sabés si llamar y preguntar o seguir esperando. Si llamás parece que sos un desesperado, si no llamás pueden pensar que no te interesa. Y entre estos pensamientos, el tiempo dilata la resolución y la angustia crece. Todo empeora cuando la duda continúa durante varios días. Y es peor cuando los días se convierten en semanas.¿Cómo hacés para bancarte la angustia de la espera? Isaías conocía la sensación. Estaba viviendo en medio de un pueblo que esperaba una solución que no llegaba. Anhelaban un Mesías que se dilataba. Y el que espera desespera.
Y como conocía lo que guardaban en sus almas, permite que Isaías les comparta esta promesa esperanzadora para sus corazones cansados y con dudas. El Mesías va a llegar, será un gran líder. Y hará algunas cosas que nadie puede hacer. Va a sanar los corazones heridos, va a recomponer el alma rota, va a curar las lastimaduras que no pueden suturarse. ¿Cuántas marcas tiene ya tu alma? ¿Cuántas heridas continúan abiertas sin que las puedas cerrar y siguen sangrando? Jesucristo es el médico divino.
El Mesías va a liberar a los cautivos. Tal vez no estés en ninguna cárcel y puedas caminar libremente por tu ciudad. Pero ¿Qué hay de los pecados que te esclavizan y que no te dejan actuar con claridad? No solo de los clásicos como el alcohol, el cigarrillo, la droga, la pornografía, sino también las más cotidianas y sutiles, que por ser tan habituales, hasta pensamos que no esclavizan: como la envidia, la falta de perdón, el rencor, la mentira, en encono, la violencia verbal.
Jesucristo quiere liberarte, quiere darte la libertad absoluta. Quiere sanar las heridas de tu alma y darte libertad de las cadenas que te aprisionan el alma. Dios quiere darte hoy el respiro para tu angustia. No hace falta que sigas esperando, que desesperes por lo que no llega. La promesa de Dios es presente en Jesucristo.
REFLEXIÓN – Disfrutá el anuncio de Dios.
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