Amor hasta el último segundo
Dichosos nosotros que tenemos como Señor
a un Dios amoroso, un Dios que demuestra a sus hijos el gran amor con
que los ama. Ese amor que sobrepasa nuestro entendimiento y que es
demostrado a cada segundo.
Cuando Jesús camino en esta tierra y
enseño la gente se maravillaba por sus palabras sin embargo considero yo
que lo más maravilloso de Jesús era el amor que tenia a la gente
necesitada.
Cómo bien lo dijo Él vino a buscar
y a salvar lo que se había perdido, sin importar que ello implicara el
desprecio de los “religiosos”, la critica de los que se creían buenos o
los desplantes de los que no aceptaban su forma de invitar a la gente
para que se acercara a Dios.
Uno de los episodios que desde mi punto de vista refleja
como Jesús tuvo amor por los necesitados hasta en los últimos segundos
de su vida es el que ocurrió estando en la misma cruz del calvario. Jesús está allí crucificado,
muriendo lentamente, derramando su sangre para que nosotros podamos ser
perdonados de nuestros pecados. A su lado dos malhechores, que están
siendo crucificados por su mal proceder a diferencia de Jesús quien
había sido crucificado injustamente.
Cualquier que hubiera observado ese
cuadro pensaría que esos dos malhechores estaban siendo justamente
crucificados, quizá nadie creería en su arrepentimiento y por más que se
arrepintieran no evitarían la muerte en esa cruz. Sin embargo la fe de
uno de ellos lo llevo a alcanzar el amor de Jesús, ese amor perdonador y
salvador.
La Biblia dice: “Y uno de los
malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el
Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le
reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma
condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque
recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” Lucas 23:39-43 (Reina-Valera 1960). Leer ese episodio
me emociona, saber que allí mismo estaba una persona que su mal
proceder lo había condenado a esa muerte, una persona que a lo mejor no
era bien vista por nadie, había perdido su crédito ante los demás, su
misma familia a lo mejor se avergonzaba de él, sus amigos quizá le
habían dado la espalda, había pasado sus últimos días viviendo de forma
equivocada, robando o llevando a cabo delitos penados, sin embargo aun
en su mismo lecho de muerte tiene la fe suficiente para creer que ese
hombre que estaba siendo crucificado a su lado era realmente el Rey de
reyes, ese hombre tiene más merito que nosotros, pues creyó en alguien
que también estaba muriendo allí mismo, ese hombre es un ejemplo de
verdadera fe, creer sin ver, por ello se mereció un galardón producido
por el amor incomprensible de Dios, Jesús lo amo allí mismo y le abrió
las puertas del paraíso. Ese que nadie creía en él o que nadie hubiese
creído en su arrepentimiento, ese mismo hombre encontró en Jesús lo que
nadie le pudo dar, ese hombre encontró en Jesús el amor que nuestro
Señor tiene para todos aquellos necesitamos, Jesús demostró que podía
dar amor aun en sus últimos segundos de vida sobre la tierra.
Tener a un Dios amoroso que da vida al
que esta muerto aun cuando este vivo me llena de mucha satisfacción y al
mismo tiempo me motiva a ser portador y practicante de ese amor.
Vivamos cada día amando a las personas
necesitadas, no los juzguemos en su lugar amémosles, reflejemos el amor
que Jesús tuvo para con nosotros, enseñémosle con amor el camino
correcto y presentémosle a ese Dios que los ama no importando su
condición o sus acciones, pues Él es maravilloso para perdonar y
transformar vidas.
Hoy quiero invitarte a proclamar con tu
vida el amor que Dios te ha tenido, vive de tal manera que la gente
hable bien de Dios a través tuyo, que las personas al verte puedan ver
en ti el reflejo del amor de Dios.
Tenemos un Dios amoroso, que acepta a
los que el mundo desprecia, perdona a los que el mundo juzga y que ama a
los que el mundo aborrece, y tú y yo somos parte de los amados de Dios.
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