Omnisciencia es definida como “el estado de tener un
conocimiento total, la cualidad de saberlo todo.” Para que Dios sea
soberano sobre Su creación de todas las cosas, ya sean visibles o
invisibles, Él tiene que ser omnisciente. Su omnisciencia no se limita a
una sola persona en la Deidad – el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
son todos omniscientes por naturaleza.
Dios lo sabe todo (1 Juan 3:20).
A pesar de la condescendencia del Hijo de Dios para despojarse de Sí
mismo y asumir la forma de siervo (Filipenses 2:7), Su omnisciencia es
claramente apreciada en los escritos del Nuevo Testamento.
La primera oración de los apóstoles en Hechos 1:24 dice, “Tú, Señor,
que conoces los corazones de todos..” implica la omnisciencia de Yeshúa,
la cual es necesaria si Él ha de ser capaz de recibir peticiones e
interceder por nosotros a la diestra de Dios.
En el mundo, la omnisciencia de Yeshúa es igualmente clara. En muchos
relatos del Evangelio, se nos dice que Él conocía los pensamientos de
su audiencia (Mateo 9:4; 12:25; Marcos 2:6-8; Lucas 6:8).
Él sabía la vida de la gente aún antes de conocerla. Cuando se
encontró con la mujer que sacaba agua del pozo en Sicar, Él le dijo,
“Porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu
marido.” (Juan 4:18).
También les dijo a Sus discípulos, que Su amigo Lázaro había muerto,
aunque Él se encontraba a más de 40 kilómetros de distancia de la casa
de Lázaro (Juan 11:11-15).
Él les dijo a Sus discípulos que fueran e hicieran los preparativos
para la Cena de Pascua, describiendo a la persona que iban a encontrar y
a quien habían de seguir (Marcos 14:13-15).
Quizá lo mejor de todo, es que Él conocía a Natanael, aún antes de
haberlo encontrado, porque Él conocía su corazón (Juan 1:47-48).
Claramente
observamos la omnisciencia de Yeshúa en el mundo, pero es también aquí
donde comienza la paradoja. Yeshúa hacía preguntas, lo cual implica la
ausencia de conocimiento, aunque el Señor hacía pregunta más para el
beneficio de Su audiencia que para Él mismo.
Sin embargo, hay otra faceta respecto a Su omnisciencia que procede de las limitaciones de la naturaliza humana, la cual Él, como Hijo de Dios asumió.
Leemos que como hombre, Él “crecía en sabiduría y en estatura,…”
(Lucas 2:52) y que “por lo que padeció aprendió la obediencia.” (Hebreos
5:8).
También leemos que Él no sabía cuándo sería el fin del mundo (Mateo 24:34-36).
Por tanto, debemos preguntar, ¿por qué el Hijo de Dios no sabría esto, si Él sabía todo lo demás?
En vez de considerar esto simplemente como una limitación humana,
debemos considerarlo como una controlada limitación de conocimiento.
Aquí vemos un acto voluntario de humildad a fin de compartir
totalmente nuestra naturaleza (Filipenses 2:6-11; Hebreos 2:17) y ser el
Segundo Adán.
Finalmente, no hay nada demasiado difícil para un Dios omnisciente, y
es por tener las bases de nuestra fe en un Dios como Él, que podemos
descansar seguros en Él, sabiendo que Él promete que nunca nos
desamparará mientras continuemos viviendo en Él.
Él nos ha conocido desde la eternidad, aún antes de la creación. Dios
ya te conocía a ti y a mí, dónde apareceríamos en el curso del tiempo, y
con quiénes interactuaríamos. Él aún conocía nuestro pecado en toda su
fealdad y depravación, y sin embargo, en amor, Él puso su sello sobre
nosotros y nos acercó ese amor en Jesucristo (Efesios 1:3-6).
Lo veremos cara a cara, pero nuestro conocimiento de Él jamás
terminará. Nuestro asombro, amor y alabanza de Él continuará durante
todos los milenios, al asolearemos en los rayos de Su amor celestial,
aprendiendo y apreciando más y más de nuestro Dios omnisciente.
Thursday, February 28, 2013
La omnisciencia de Dios
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