Jesucristo siempre esta cerca
“En la madrugada, vio que los discípulos hacían grandes esfuerzos para remar, pues tenían el viento en contra. Se acercó a ellos caminando sobre el lago, e iba a pasarlos de largo.” Marcos 6:48 (NVI)Jesucristo había hecho un milagro increíble. Había dado de comer a más de 5 mil hombres (sin contar mujeres y niños) y por la tarde despide a la multitud. Les pide a sus discípulos que crucen el lago hasta la otra orilla y sube al monte a orar siendo aún de tarde. Mientras oraba, vio como sus discípulos luchaban contra un viento contrario que les complicaba avanzar.
Pasó toda la noche, y cuando estaba amaneciendo, Marcos relata este hecho. No dice nada sobre lo que pasó en la barca durante toda la noche. Doce hombres cansados habían remado desde el atardecer hasta la madrugada sin poder avanzar demasiado. No habían dormido, tenían calambres en los brazos, estaban mojados y agotados. Y las peleas y quejas no habrán faltado.
En cada situación de crisis, el cansancio y el dolor nos generan una sensibilidad más exacerbada y nos ponemos más impresionables. Nos ofenden más rápido las cosas, nos agreden con mayor facilidad, nos sentimos atacados por situaciones comunes. Los discípulos tal vez estaban así.
En el monte, Jesucristo estaba orando y viendo a sus amados discípulos. Conocía sus corazones, sabía lo que estaban pensando, escuchaban lo que discutían, sus peleas y reproches. Y percibía sus reclamos y quejas. Sin embargo, no bajaba. Pasaron las 9 de la noche, luego las 12, llegaron las 3 de la mañana, y Cristo seguía orando, sus discípulos seguían remando cansados, y no bajaba.
A eso de las 6 de la mañana, Cristo camina sobre el agua hasta llegar a la barca, y los discípulos se asuntan pensando que era un fantasma. ¿Acaso no conocían a Cristo? ¿No habían caminado con él durante largos meses? Pero el cansancio, la frustración y el dolor les nublaban la vista, y les quitaba criterio. No reconocieron a su Maestro. Las quejas y el enojo no les dejaron ver al Señor Jesús.
Luego vino el milagro, no hubo reproche para ellos, sino solo consuelo y amor. Pero ¿cómo se habrán sentido luego de haber peleado tanto, de haber criticado tanto, de haber discutido tanto y de no haber reconocido a Cristo durante ese corto trayecto hasta la costa?
Tal vez hoy estás como esos discípulos, enojado, frustrado y quejándote. Cristo siempre llega y te alivia el viaje.
REFLEXIÓN – Jesucristo siempre está cerca.
Un gran abrazo y bendiciones
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