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Todo cristiano que desee hacer honor a su distinguida posición, no
debería de encontrar en Jesucristo solamente un profesor de quien
aprender, sino principalmente un Maestro a quien fielmente seguir. «El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo» (1 Jn. 2:6).
Esta firme declaración bíblica nos lleva a plantear las siguientes
preguntas: ¿Cómo anduvo Jesús? ¿Cuál fue su ejemplo de vida? ¿Qué
significó para nosotros el testimonio práctico de sus propias acciones?
Con la finalidad de ofrecer r
espuestas
a preguntas tan cruciales, se hace obligatorio realizar una detenida
reflexión sobre la vida y obra de Jesucristo, comenzando por considerar
los interrogantes que nos dirijan a la comparación, desde un
planteamiento humano, con el Jesús de la Biblia.
Efectivamente, para poder guiarnos en este mundo con sentido de la
orientación, necesitamos modelos de referencia en los cuales fijar
nuestra mirada. En este aspecto la vida de Jesús representa el modelo
paradigmático, digno de ser imitado por cualquiera que se identifique
como cristiano.
Para conseguir este propósito es necesario obtener una imagen clara
de la persona de Jesucristo, y de aquellos aspectos ejemplares que se
revelaron en su forma de vivir. Éste, precisamente, es el reto que se
nos presenta en las siguientes páginas .
Resulta evidente que la imagen que nuestro entorno cristiano posee
del Jesús hombre, está gravemente desfigurada. Y si bien algunos
creyentes, los más «ortodoxos», se contentan con buscar al Jesús
histórico, siendo mero objeto de estudio académico y de marcada
controversia, la mayoría está contemplando a un Jesús excesivamente
triunfalista, que actúa solamente en una dimensión trascendental, pero
que muy poco guarda relación con la vida cotidiana.
Podemos elucubrar al respecto, pero nuestro mundo cristiano sigue dos
caminos perfectamente centralizados. Por un lado encontramos la
secularización 1. de la Iglesia, y por el otro la súper
espiritualización irracional de buena parte de ésta. Como consecuencia
de tales extremos, se origina en muchos casos una grave deformación de
la vida espiritual y por ende de la conducta cristiana.
1. Secularización: entiéndase por la adaptación de la Iglesia a los valores de este mundo no cristiano.
Sea como fuere, en ocasiones formamos un Jesús a nuestra medida, a
modo de «libro de bolsillo», dispuesto para ser utilizado en el ámbito
religioso de nuestra original manera de concebir la existencia. Por este
motivo, el remedio bíblico más eficaz para superar esta particular
desviación, consiste en regresar a los principios genéricos y más
fundamentales del Cristianismo, es decir, a la persona del Señor
Jesucristo; aprendiendo así de sus enseñanzas, pero a la vez
descubriendo también su extraordinaria manera de proceder en la vida.
A tenor de lo dicho, sabemos que el modelo de vida ejemplar que Jesús
presentó, fue minuciosamente recopilado por sus discípulos y
seguidamente plasmado por inspiración divina en las Sagradas Escrituras.
Así, los autores bíblicos no redactaron solamente lo que Cristo enseñó,
sino que también lograron registrar lo que hizo, con el propósito
añadido de que todo cristiano pudiera imitarle en la relación de
Maestro-discípulo: «Dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas» (1 P. 2:21).
Contrariamente a lo que podamos entender según nuestra cultura
occidental, el proceso de aprendizaje de cualquier discípulo en aquel
ambiente histórico, no consistía solamente en recibir las necesarias
enseñanzas teóricas, sino que además debía seguirse el ejemplo del
maestro, intentando ser como él e imitándole en su forma de actuar.
En esta línea de pensamiento bíblico, el evangelista Marcos recoge en
su evangelio, con gran sensibilidad, la figura de un Jesús
verdaderamente humilde, que en todo momento dispone su vida al servicio
de los demás. Por tal razón ha sido seleccionado este documento bíblico,
donde la personalidad del Jesús-hombre se describe con ejemplos
visibles: en su relación con Dios y en especial con el prójimo, a través
de su testimonio personal, esto es, el modelo de una vida plenamente
consagrada, que si en algo se caracterizó fue, entre otras cosas, por
ser esencialmente práctica.
Es cierto que no conseguiremos imitar los grandes milagros y las
prerrogativas divinas que le correspondieron como Mesías escogido. Pero,
aun siendo así, queda registrado en los evangelios una amplia lista de
ejemplos prácticos que Jesús, en calidad de «humano», nos dejó para que
también los humanos podamos aprender de él; incorporando no sólo la
información teórica de aquellas enseñanzas que nos comunicó de forma
verbal, sino además su excepcional modelo de vida.
La verdad debe salir a luz, porque nadie puede pretender ser un
cristiano fiel, si primeramente no es seguidor de Jesucristo. Luego,
para poner en práctica lo enunciado, nos interesa conocer el proceder de
Jesús: su forma de hablar y manera de conducirse, así como sus
reacciones, conducta, integridad y demás virtudes.
En definitiva, todo aquel que se denomine cristiano, y así no tenga
presente los ejemplos aplicables del Maestro para poder seguirlos, se
dará cuenta de que su vida cristiana difiere en gran manera de la
propuesta bíblica que en su día pronunciara el fundador del Cristianismo: «Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis» (Juan 13:15).
Monday, December 31, 2012
El ejemplo de Jesús en la vida cristiana
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