Monday, December 24, 2012

Descubriendo a la ramera del apocalipsis

"Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer... vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro de piedras preciosas y de perlas,
y en su frente un nombre escrito, un misterio:
BABILONIA LA GRANDE
... y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro. Y el ángel me dijo: ¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer..."
(Apocalipsis 17:3-7)



Condenación de la gran ramera
(Apocalipsis 17)
Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas;
con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación.
(v. 1-2)

Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. 
(v. 3-5)

Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro. Y el ángel me dijo: ¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez cuernos.
(v. 6-7)

Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer, y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo. 
(v. 9-10)

Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas.
(v. 15)

Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra. 
(v. 18)
Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades.  (Apocalipsis 18:4-5)



 
1.  Introducción
    1.1   Una mujer que no puede ignorarse
2.   Interpretación de la visión
    2.1   La que está sentada sobre muchas aguas.
    2.2  Vestida de púrpura y escarlata.
    2.3  Adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas.
    2.4  Un cáliz de oro lleno de abominaciones.
    2.5  En su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE.
    2.6  Ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús.
3.  Conclusión



   
Introducción

 
Las profecías más asombrosas de la Biblia se encuentran en el último libro, conocido como "Revelación" o "Apocalipsis", y que fueron registradas por el apóstol Juan alrededor del año 95. El apóstol afirma haber recibido del mismo Cristo resucitado (Apocalipsis 1:1) esta serie de visiones de¡ juicio final de Dios sobre la raza humana que pondría término a la historia de la humanidad. Este acontecimiento, la última y más asombrosa vista panorámica hacia el futuro, personifica revelaciones de sucesos culminantes, algunos ya cumplidos, la mayoría todavía futuros, pero todos increíbles y aterradores.
De todas las vistas momentáneas de "las cosas que deben suceder pronto" (Apocalipsis 1:1) que Juan revela, ninguna es más intrigante y pasmosa que la visión registrada por Juan en el capitulo 17. Allí vemos una bestia de color escarlata y espantosa, con siete cabezas y diez cuernos. Esta no es la primera vez que ella ha aparecido a profetas bíblicos. De la descripción, es evidente que ésta es la misma criatura aterradora cuya descripción ya se ha registrado tres veces. Juan personalmente la había visto dos veces. Daniel también la había visto 600 años antes. Pero en esta última visión algo ha cambiado de repente.
En sus previas apariciones en la Escritura la bestia siempre ha sido el enfoque de atención total, e invariablemente se presentaba sola. Sin embargo, ahora aparece con un jinete sobre su espalda. Que alguien se atreviera, mucho menos pudiera, montar semejante bestia increíble es algo difícil de imaginar. Sin embargo, allí está la jinete, muy tranquila, y evidentemente en control, montada sobre una criatura que devora al mundo y que desafía toda descripción. ¿Ella? Si, ella. Una mujer cabalga la bestia.
Durante 1900 años esta misma bestia ha sido el foco de atención importante para estudiantes de profecía. Su identidad, el papel aterrador que jugará en los últimos días, y su destino final han sido tema de discusión a lo largo de los siglos. Sin embargo, en los últimos 200 años muchos cristianos evangélicos han mantenido un consenso bastante claro. La bestia representa el resurgimiento del Imperio Romano (la falsificación satánica en escala mundial del reino de Dios), y el Anticristo facultado por Satanás, quien lo gobernará.

Una mujer que no puede ignorarse
La mujer es una figura mucho más enigmática. Los líderes de la Reforma estaban seguros de que ella representaba a la Iglesia Católica Romana en general y al Papa en particular. Aunque en realidad, actualmente casi siempre se evita el tema de la mujer como algo demasiado divisionista para discutir.
Aun así, la mujer que el apóstol Juan describe tan vívidamente no puede descartarse con liviandad. Es lógico que da impresión. Dos de los capítulos finales en la Biblia están dedicados a ella. ¿Qué vamos a hacer con ella? Sería deshonesto ignorar una figura profética de semejante importancia. Toda la Biblia es la Palabra de Dios. No tenemos derecho a cerrar nuestros ojos a Apocalipsis 17 y 18 como tampoco a Juan 3:16.
Es indudable que la mujer es la figura central en estos dos pasajes importantes, un personaje principal en el drama de los últimos días. El apóstol Juan le presta mucho más atención a ella que a la bestia que cabalga. Y en el hecho de que ella cabalga la bestia -una bestia de tal importancia que literalmente tiene una posición central en la profecía bíblica- demanda nuestra atención especial. No podría ser más claro que el secreto de la identidad de esta mujer y del papel que juega es una clave importante para entender las profecías bíblicas con respecto al reino del Anticristo y los acontecimientos que conducen a la segunda venida de Cristo.
A continuación veremos que el apóstol Juan mismo ha establecido meticulosamente la identidad de la mujer, más allá de toda duda que pudiera razonablemente albergarse. Las revelaciones que el Espíritu Santo le dio a Juan con respecto a esta mujer lo dejaron realmente asombrado. Dichas revelaciones no son menos pasmosas en nuestro tiempo.
Basados en el discernimiento que nos provee Juan, identificaremos a la mujer en forma cuidadosa e inequívoca. A pesar de que muchos lectores quizás censuren nuestras conclusiones, ninguno podrá refutarlas.
Gran parte de la información que presentaremos no será una lectura placentera. Aunque perturbe y exija la credulidad del lector, o sea negada por muchos, sin embargo será la verdad plenamente documentada. Además, es una verdad que toda persona en este planeta Tierra, y especialmente todos los que se consideran cristianos -y mayormente los católicos romanos- necesitan desesperadamente entender.
Simpatizamos con los católicos romanos sinceros que tienen una confianza tal en su iglesia que han aceptado lo que la jerarquía les ha dicho sin estudiar historia para enterarse de la plena verdad. Nuestra esperanza y oración es que las evidencias que presentamos sean verificadas minuciosamente con las crónicas correspondientes, de forma que muchos devotos seguidores de Roma puedan enfrentarlas.
(Extractado de "A Woman Rides the Beast" - Dave Hunt - Editorial The Berean Call - 1997)

 
Interpretación de la visión
(Porciones del "Comentario Bíblico de Matthew Henry" (1662-1714) - Traducido y adaptado por Francisco Lacueva)
(Porciones de "A Woman Rides the Beast" - Dave Hunt

 
[ Matthew Henry ] 
Conviene recordar que los sucesos referidos en los capítulos 4 al 18 del Apocalipsis no guardan orden cronológico. Por eso, lo que se describe en los capítulos 17 y 18 antecede, en su mayor parte, a los efectos llevados a cabo por las siete copas de la ira de Dios. Más aún, como advierte Walvoord, «es probable que los sucesos del capítulo 17 ocurran al comienzo de la Gran Tribulación». En efecto, una ojeada a 6:9 y ss. sobra para confirmamos en dicha opinión.
Como también hemos apuntado en otros lugares, la ciudad que tenernos a la vista en los capítulos 17 y 18 es, sin duda, Roma como centro gubernativo, tanto político como militar y económico, del Imperio del Anticristo, así como, en el capítulos 17, centro religioso de la Iglesia apóstata. El presente capítulo es muy difícil y no se puede dogmatizar sobre algunos detalles, pero la explicación que el ángel nos da en los versículos 8-18 ayuda enormemente a entender lo que el texto sagrado nos dice en estos versículos (1-7) de la primera sección.

[ Dave Hunt ]
En el Apocalipsis 13, la cuarta bestia describe claramente tanto al restablecido Imperio Romano como al Anticristo, a quien "adoraron los moradores de la tierra" (v.8). En esta extraordinaria visión del futuro, el mundo adorará también "al dragón que había dado autoridad a la bestia" (v.4). Por lo que se muestra que Satanás nuevamente será el poder detrás del Anticristo y su Reino: "Y el dragón [Satanás] le dio [al Anticristo] su poder y su trono, y grande autoridad" (v.2).
Durante la tentación en el desierto, Satanás le mostró a Cristo "todos los reinos del mundo y la gloria de ellos" (Mateo 4:8). El diablo luego lo ofreció todo a Cristo, diciendo: "Todo esto te daré, si postrado me adorases" (v.9). El amor del mundo y el ansia de poder finalmente conducen a la asociación con Satanás y su adoración. Por supuesto, Cristo rehusó a Satanás. Lo trágico es que una iglesia cansada de persecución se dejara engañar por la misma oferta que más tarde sería hecha mediante Constantino.
Cristo no disputó la afirmación de Satanás de que era dueño del mundo: "A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mi me ha sido entregada, y a quien quiero la doy" (Lucas 4:6). Como Juan nos recuerda "... el mundo entero está bajo el maligno" [es decir, Satanás -véase 1° Juan 5:18-19 y 2° Tesalonicenses 2:8]. Es Satanás, a quien Dios permite para sus propios fines, quien entrega al Anticristo el poder del mundo
Cuando el emperador Constantino supuestamente se convirtió en cristiano en el año 313 d.C. (en realidad, fue una astuta maniobra política), le dio libertad a los cristianos, así como también categoría oficial a la iglesia cristiana en colaboración con el paganismo. Puesto que ahora era un cuerpo religioso reconocido en el imperio, Constantino, como emperador, tenía que ser reconocido como su cabeza de facto. Como tal, convocó el primer concilio ecuménico, el Concilio de Nicea.
Mientras gobernaba la iglesia cristiana, Constantino continuó encabezando el sacerdocio pagano, oficiando en las celebraciones paganas, y donando templos paganos, aún después que comenzó a edificar iglesias cristianas. Como cabeza del sacerdocio pagano, Constantino era el
PONTIFEX MAXIMUS (PONT MAX), y necesitaba un título similar como cabeza de la iglesia cristiana. Los cristianos lo honraron como "Obispo de Obispos", mientras Constantino se llamaba a sí mismo "Vicarius Christi", Vicario de Cristo. Sin embargo, esta frase en latín, si es traducida al griego, literalmente significa Anticristo.
Constantino era el prototipo del Anticristo profetizado en la Escritura, y quien todavía tiene que venir.
El Anticristo será un individuo único en su género, carente de predecesores o sucesores. Este será el "nuevo Constantino", el gobernante del Impero Romano Mundial restaurado...
La revelación final de la cuarta bestia aparece en la visión que Dios dio a Juan conforme está registrada en Apocalipsis 17. Esta vez, en una nueva percepción asombrosa, una mujer se sienta a horcajadas sobre esta horrible criatura. Está perfectamente claro que ésta es la misma bestia que Daniel vio y que la presentan en los capítulos 12 y 13 de Apocalipsis, porque ostenta los detalles que ya son familiares. "siete cabezas y diez cuernos" (v. 3). Aquí se registra otra de las características que la identifican: La bestia estaba "llena de nombres de blasfemia", una obvia elaboración sobre lo que se vio en el capítulo 13, "y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo".
Hay un extraordinario cambio de perspectiva esta última vez que se ve la bestia. Ahora la mujer que la cabalga, en vez de la bestia misma, es el foco de la atención. La descripción de la bestia es breve, sólo lo suficiente para que sepamos que es la misma que hemos visto antes. No se dan más detalles sobre la naturaleza o significado de esta horrible criatura. Una nueva figura ocupa ahora el centro del escenario, y dos capítulos enteros de Apocalipsis, 17 y 18, se dedican a la discusión detallada de la mujer -mucho más espacio que el que se le dio a la misma bestia en todas sus apariciones anteriores.
En ninguna de las tres ocasiones que Juan vio a esa aterradora criatura indicó que no estaba asombrado o siquiera pasmado por ella. Pero ahora, por fin, expresa gran estupefacción, pero no por la bestia, sino por la mujer montada sobre ella. Es la visión de ella lo que asombra a Juan.
¿Cómo hizo la mujer para montar semejante criatura temible? ¿Por qué la bestia permitiría que siente sobre su espalda, sujete las riendas y la controle? Es obvio que ella jugará un papel clave en el restablecimiento del Imperio Romano, el reino del Anticristo, y en los sucesos mundiales futuros que conducen a la segunda venida de Cristo.

¿Quién es la ramera?
La primera cosa que se nos dice acerca de la mujer es que ella es una "ramera" (Apocalipsis 17:1) "con la cual han fornicado los reyes de la tierra" (v. 2), y todos "los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación" (v.3). ¿Por qué se le llamaría ramera a una ciudad y se le acusaría de haber cometido fornicación con reyes? Semejante acusación jamás podría hacerse refiriéndose a Londres o Moscú o Paris, o a ninguna otra ciudad ordinaria. No tendría sentido.
En la Biblia, fornicación y adulterio se usan tanto en el sentido físico como en el espiritual. Refiriéndose a Jerusalén, Dios dijo: "¿Cómo te has convertido en ramera, oh ciudad fiel?" (Isaías 1:21). Israel, a quien Dios había apartado de todos los otros pueblos para que fuese santa para sus propósitos, había entablado alianzas impías y adúlteras con las naciones idólatras que la rodeaban. Había cometido adulterio "con la piedra y con el leño [ídolos]" (Jeremías 3:); "y han fornicado con sus ídolos" (Ezequiel 23:37). Todo el capítulo 16 de Ezequiel, así como también muchos otros pasajes, explica en detalle el adulterio espiritual de Israel, tanto con las naciones paganas como con sus dioses falsos.
No hay forma en que una ciudad pudiera participar en fornicación carnal literal. Por lo tanto, sólo podemos llegar a la conclusión de que Juan, al igual que los profetas del Antiguo Testamento, está usando el término en su sentido espiritual. Por consiguiente, la ciudad debe pretender una relación espiritual con Dios. De otra manera semejante alegación no tendría sentido.
A pesar de que está edificada sobre siete montes, no habría razón para acusar a Río de Janeiro de fornicación espiritual. Esta no pretende tener una relación especial con Dios. Y a pesar de que Jerusalén tiene esa relación, no puede ser la mujer que cabalga la bestia, puesto que no está edificada sobre siete montes. Ni tampoco satisface los otros criterios mediante los cuales debemos identificar a esta mujer.
Sólo contra otra ciudad en la historia podría hacerse la acusación de fornicación. Esa ciudad es Roma, y más específicamente Ciudad del Vaticano. Ella afirma haber sido la sede central mundial del cristianismo desde su comienzo y mantiene dicha afirmación hasta este día. El Papa entronado en Roma dice ser el representante exclusivo de Dios, el Vicario de Cristo. Roma es la sede central de la Iglesia Católica Romana, y en ese sentido también la única en su género.
Por supuesto, muchas iglesias tienen sus sedes centrales en ciudades, pero solo una ciudad es la sede central de una iglesia. Por ejemplo, la iglesia de los mormones tiene su sede central en la ciudad de Salt Lake, Utah, pero en dicha ciudad hay muchas cosas mas aparte de la iglesia mormona.
En Ciudad del Vaticano esto no es así. Ella es el latido del corazón de la Iglesia Católica Romana y NADA MAS. Es una entidad espiritual que pudiera bien ser acusada de fornicación espiritual, si no permaneciera fiel a Cristo.
El asunto es que, exactamente como Juan lo previó en su visión, una entidad espiritual que pretenda una relación especial con Cristo y con Dios llegó a identificarse con una ciudad que estaba edificada sobre siete colinas. La "mujer" cometía fornicación espiritual con gobernantes terrenales y finalmente reinaba sobre ellos. A la Iglesia Católica Romana se la ha identificado continuamente con esa ciudad. Como "La enciclopedia católica más definitiva desde el Concilio Vaticano II", declara:
"... por tanto, uno entiende el lugar central de Roma en la vida de la Iglesia actual y el significado del título, Iglesia Católica Romana, la Iglesia que es universal, no obstante enfocada sobre el ministerio del Obispo de Roma. Desde la fundación de la Iglesia allí por San Pedro, Roma ha sido el centro de toda la cristiandad."  (Our Sunday Visitor´s Catholic Encyclopedia -Our Sunday Visitor Publishing Division, 1991), p.842)


 
La que está sentada sobre muchas aguas

 
[ Matthew Henry ] 
Como puede verse por el versículo 1, el título de todo el capítulo 17 podría ser "La Iglesia Apóstata". Es presentada como gran ramera (gr. porné), puesto que los reyes de la tierra (v.2) han fornicado con ella, y los habitantes de la tierra, han sido seducidos por ella. No se la llama adúltera (gr. moikhé) porque no representa al verdadero pueblo de Dios. Además, como hace notar Walvoord (ob. cit., pág. 244): «El simbolismo del adulterio espiritual no se usa de ordinario con respecto a las naciones paganas, que no conocen a Dios, sino siempre acerca del pueblo que lleva exteriormente el nombre de Dios, mientras, en realidad, está adorando y sirviendo a otros dioses». De ahí, la admonición de Santiago (Stg. 4:4) contra las «almas adúlteras». Por consiguiente, se trata aquí del contubernio de la Iglesia apóstata con los poderes políticos de todos los tiempos, pero, en especial, del final de los tiempos. Las «muchas aguas» (final del v. 1) representan la muchedumbre de los paganos o gentiles, lo mismo que el «mar» de 13:1.
En el versículo 15 se nos ofrece la explicación de las muchas aguas que están bajo el dominio de la Gran Ramera: «Luego me dijo el ángel: "Las aguas que has visto, donde está sentada la prostituta, son pueblos, multitudes, naciones y lenguas"». En efecto, las aguas del mar (v. el comentario a 13:1) significan, en la Biblia, las muchedumbres y, en especial, las gentes paganas en su oposición a Dios y a su Ungido, el Mesías. Se pone aquí de relieve el gran poder (espiritual, moral, político, económico) que la Iglesia apóstata ejerce y, especialmente, ejercerá al fin de los tiempos con el apoyo del Anticristo y sus fuerzas. «La Iglesia apóstata -dice Ryrie-- será ecuménica.» Este mismo poder de la Roma religiosa se pone aquí para que se aprecie mejor el contexto posterior (v.16-18), donde se describe su vergonzosa caída y destrucción, a manos precisamente de los mismos poderes que la sustentaban, y a los que ella servía de principal mentor.


 
Vestida de púrpura y escarlata

[ Matthew Henry ] 
El modo como la mujer va vestida y aderezada coincide de modo sorprendente con la pompa ostentosa de los altos signatarios de las Iglesias oficiales, no sólo de Roma, sino también de la llamada Ortodoxia y, aunque en menor grado, de la Iglesia Anglicana (tanto más cuanto más «alta»). La « púrpura cardenalicia » es ya una frase proverbial. Lo mismo puede decirse del aderezo de oro, perlas y piedras preciosas que con tiaras, mitras y pectorales han estado cubiertos (en especial, hasta el Concilio Vaticano II)

[ Dave Hunt ]
 Los colores de púrpura y escarlata nuevamente identifican a la mujer tanto con la Roma pagana como cristiana. Estos eran los colores del ropaje de los césares romanos y con los que los soldados vistieron a Cristo como "Rey" para burlarse de él (véase Mateo 27:28 y Juan 19:2,5), vestiduras que el Vaticano adoptó para uso propio. Los colores de la mujer todavía son literalmente los colores del clérigo romano. La Enciclopedia Católica (Our Sunday Visitor´s Catholic Encyclopedia - 1991), dice:
 
Cappa Magna
Un manto de cola larga y una capucha con hombrera ... era de lana púrpura para los obispos; para cardenales, era de seda escarlata lavada (para adviento, cuaresma, viernes santo y cónclave, lana púrpura); y seda lavada rosa para domingos Gaudette y Laetare; y para el Papa, era terciopelo rojo para maitines navideños, sarga roja para otras ocasiones.
 
Casaca (también sotana)
El hábito hasta los tobillos, de talle ajustado, usado por el clérigo católico como su vestimenta oficial... El color para los obispos y otros prelados es púrpura, para los cardenales es escarlata..."

 


Adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas

[ Matthew Henry ] 
El modo como la mujer va vestida y aderezada coincide de modo sorprendente con la pompa ostentosa de los altos signatarios de las Iglesias oficiales, no sólo de Roma, sino también de la llamada Ortodoxia y, aunque en menor grado, de la Iglesia Anglicana (tanto más cuanto más «alta»). La « púrpura cardenalicia » es ya una frase proverbial. Lo mismo puede decirse del aderezo de oro, perlas y piedras preciosas que con tiaras, mitras y pectorales han estado cubiertos (en especial, hasta el Concilio Vaticano II)
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[ Dave Hunt ]
 La expresión "en la mano un cáliz de oro" de nuevo identifica a la mujer con la Iglesia Católica Romana. La edición de Broderick de The Catholic Encyclopedia, declara del cáliz: "[Este es] el más importante de los vasos sagrados... [Este] puede ser de oro o plata, y si del último, entonces el interior debe estar recubierto de oro". La Iglesia Católica Romana posee muchos miles de cálices de oro macizo que están guardados en sus iglesias alrededor del mundo. Hasta la cruz de Cristo manchada de sangre ha sido hecha de oro y engastada con gemas preciosas reflejando la gran riqueza de Roma. La Enciclopedia Católica dice: "La cruz del pectoral [suspendida por una cadena alrededor del cuello y usada sobre el pecho por abates, obispos, arzobispos, cardenales y el papa] debe hacerse de oro y... decorarse con gemas..."
La Iglesia Católica Romana es por mucho la institución más adinerada del mundo. Efectivamente, de vez en cuando se oyen las súplicas de Roma solicitando dinero -apelaciones persuasivas diciendo que el Vaticano no puede mantenerse con el presupuesto limitado que tiene y necesita ayuda monetaria. Dichas apelaciones son maniobras inescrupulosas. El valor de innumerables esculturas por grandes maestros como Miguel Angel Buonarroti, pinturas por los artistas más grandes de¡ mundo, además de incontables tesoros y documentos antiguos que Roma posee (no sólo en el Vaticano sino en catedrales en todo el mundo), es incalculable. En el sínodo mundial de obispos en Roma, el cardenal Heenan de Inglaterra propuso que la Iglesia vendiera algunos de estos tesoros superfluos y donara los ingresos a los pobres. Dicha sugerencia no fue bien recibida.
Cristo y sus discípulos vivieron en la pobreza. Cristo dijo a sus seguidores que no hicieran tesoro en esta tierra sino en el cielo. La Iglesia Católica Romana ha desobedecido ese mandamiento y ha acumulado una plétora de riquezas que no tiene comparación, de la cual "el Pontífice Romano es el supremo administrador y mayordomo..." (James Coriden, Thomas Green, Donald Heintschel, The Code of Canon Law (Paulist Press, 1985), Canon 1273). No hay ninguna iglesia, ni ciudad que sea una entidad espiritual, ninguna institución religiosa pasada o presente que pudiera aunque sea acercarse a poseer la riqueza de la Iglesia Católica Romana. Recientemente un diario publicó un artículo que describía sólo una fracción de ese tesoro en una sola ubicación: 
"Se ha revelado el fabuloso tesoro de Lourdes (Francia), cuya existencia la Iglesia Católica mantuvo en secreto durante 120 años... Durante décadas se han circulado rumores con respecto a la colección inestimable de cálices de oro, crucifijos engastados con diamantes [una diferencia enorme con la cruz manchada de sangre en la que Cristo murió], plata y piedras preciosas donadas por peregrinos agradecidos.
Después de una observación indiscreta por parte del portavoz de prensa de ellos, las autoridades de la iglesia accedieron a revelar parte de la colección... se abrieron [algunas] de las vitrinas que iban desde el suelo hasta el cielo raso para revelar 59 cálices de oro macizo junto con anillos, crucifijos, estatuas y pesados broches de oro, muchos incrustados con piedras preciosas.
Casi escondida por otros tesoros está la "Corona" de Nuestra Señora de Lourdes, que fue hecha por un orfebre de París en 1876 e incrustada con diamantes.
Las autoridades de la iglesia dicen que no pueden poner valor sobre la colección. "No tengo idea", dice el Padre Pierre-Marie Charriez, director del Patrimonio y los Santuarios. "Es de valor inestimable".... Al otro lado del camino hay un edificio donde hay depositados cientos de vestimentas eclesiásticas [antiguas], mantos, mitras y bandas, muchas hechas con hilos de oro pesado.
"La Iglesia en sí es pobre..." insiste el Padre Charriez. "El Vaticano en sí es pobre..." (The European, abril 9-12 de 1992. p.1) [El tesoro aquí descrito es solo una parte del que se guarda en un lugar... ¡ el pequeño pueblo de Lourdes, en Francia ! ]


 
Un cáliz de oro lleno de abominaciones

[ Matthew Henry ] 
El elemento más sorprendente es la copa, o cáliz, de oro (Y. 4b) en la mano de la mujer. Esta copa está llena de abominaciones. El brebaje que esta mujer ofrece a los poderes políticos de las naciones y a sus pueblos respectivos es una mezcla de religión e idolatría, de símbolos espirituales y ritos paganos, de cátedra pontificar y de tribuna sociopolítica, de evangelio y filosofía humanista. Así se explica que el propio Papa Juan XXIII hiciera acuñar una medalla en cuyo anverso estaba impresa su propia efigie, y en el reverso la mujer de Apocalipsis 17, ¡exactamente como aquí se la describe!

[ Dave Hunt ]
Roma ha practicado la impiedad para acumular su riqueza, porque el "cáliz de oro" está "lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación". Gran parte de la riqueza de la Iglesia Católica Romana fue adquirida mediante la confiscación de la propiedad de las víctimas miserables de las inquisiciones. Aun los muertos eran exhumados para que enfrentaran el juicio, y a los herederos la Iglesia les quitaba la propiedad. 
La mayor parte de la riqueza de Roma se ha adquirido mediante la venta de la salvación. La Iglesia ha recibido incontables miles de millones de dólares de los que pensaban que estaban comprando el cielo a cuotas mensuales para sí mismos o para seres queridos. La práctica continúa hasta hoy, descaradamente. No podría perpetrarse un engaño ni abominación más grande. Cuando el Cardenal Cayetano, erudito domínico del siglo XVI, se quejó acerca de la venta de dispensaciones e indulgencias, la jerarquía de la Iglesia se indignó y lo acusó de querer "convertir a Roma en un desierto deshabitado, de querer reducir al papado a la impotencia, de privar al Papa... de sus recursos pecuniarios indispensables para el desempeño de su cargo". (J.H. Ignaz von Dollinger, The Pope and the Council (Londres 1869), pp. 307-308)
Además de dichas perversiones del evangelio que han conducido a millones por el mal camino, existen otras abominaciones (plenamente documentadas en los anales de la policía y los tribunales), que el Vaticano y sus representantes las han empleado por mucho tiempo en todo el mundo. Nino Lo Bello, ex corresponsal de Business Week en Roma y jefe de la oficina para el New York Journal of Commerce, escribe que el Vaticano está tan estrechamente aliado con la Mafia en Italia que "muchas personas... creen que Sicilia... no es nada más que una sucursal del Vaticano". (Nino Lo Bello, The Vatican Empire (Trident Press, 1968), p. 167. Véase también David A. Yallop, In God´s Name (Bantam Books, 1984); Richard Hammers, The Vatican Connection (Penguin Books, 1983).)


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